Año político
Dio inicio la actividad tendiente a la nominación partidaria en elecciones primarias, movilizando recursos humanos y materiales, con desplazamientos y concentraciones que contribuirán a propagar aún más la pandemia a lo largo y ancho del país.
Fanfarrias, propaganda repetitiva, ausencia de propuestas originales, aplicables a nuestras realidades. Se repite la misma historia en que se anteponen ambiciones personales y grupales al bien común. La manipulación, la zancadilla, más de lo mismo, son la norma antes que la excepción.
Mientras nuestros compatriotas intentan sobrevivir en medio de una severa crisis humana, económica y moral, hay sombrías perspectivas en el futuro cercano, los políticos viven inmersos en cálculos y cuotas de poder, de espaldas a las necesidades más vitales y urgentes de la población, cansada de promesas, discursos y estribillos sin contenido sustentado en la realidad, por demás dramática.
A medida transcurran los meses, arreciará este tipo de propaganda demagógica, de cara a las elecciones generales de noviembre, mismas que también deber ser transparentes, sin imposiciones ni sobornos, si es que se busca la estabilidad y la armonía ciudadana. Que el cercano ayer sirva de aprendizaje y lección para no volver a cometer las irregularidades y cuestionamientos que han deformado al sistema electoral.
Quienes aspiran a triunfar en las urnas deben entender que Honduras enfrenta desafíos colosales que requieren de la unidad para emprender la impostergable reconstrucción nacional, sobre bases sólidas y nuevas. Oportuno es recordar el mensaje navideño de la Conferencia Episcopal: “Hay que asumir la tarea de sembrar justicia y solidaridad”.
Enfrentados nos debilitamos cada vez más, unidos en concertaciones básicas, consensuadas, podemos esperar remontar la crisis sistémica para forjar una Honduras diferente, humana, compasiva y próspera. Tienen la palabra los partidos políticos, sus cúpulas y sus militantes. El tiempo transcurre y el sentido de urgencia se incrementa velozmente