dos hondureños olvidados
CATARINO CASTRO SERRANO Y TORIBIO BUSTILLO, EN DIFERENTES ÁREAS, JUGARON UN ROL IMPORTANTE DURANTE EL SIGLO XX
Catarino Castro Serrano nació en Iriona Viejo, Colón (18921939). Fue el primer diputado afrodescendiente/garífuna, sus padres fueron Jacinto Cacho y Martha Lalin Serrano. Posteriormente cambió su apellido Cacho por Castro debido a las burlas sufridas de pequeño. Recibió una beca para estudiar Comercio. Concluidos sus estudios, desempeñó varios cargos de acuerdo con su profesión.
Miembro del Partido Unionista Centroamericano, presidente fundador de la Sociedad Unionista Álvaro Contreras, vicepresidente fundador de la Sociedad Unionista Francisco Morazán.
Afiliado al Partido Liberal, electo diputado al Congreso Nacional por el departamento de Colón. Fundador del Instituto Espíritu del Siglo. Como periodista, fue director del periódico unionista El Renacimiento, miembro del grupo Renovación, asociación de escritores y periodistas. Entre sus miembros se encontraba un futuro presidente de Honduras, Juan Manuel Gálvez.
Dirigió la revista mensual Guía de Honduras y el periódico Nuevo Oriente. Autor de “Honduras en la primera centuria: nuestra vida política, diplomática y cultural de los primeros cien años, 1821-1921”.
Fuente: Duque Castillo, Elvia. “Aportes del pueblo afrodescendiente: la historia oculta de América Latina”.
El segundo, Toribio Bustillo, mi maestro de música en el 4º grado cursado en la Escuela República Oriental del Uruguay. Nació en Roatán, fue pianista, violinista y profesor de música. Uno de los maestros más queridos en el Instituto Central por su humildad y amabilidad… Se dedicaba con constancia a su noble apostolado, jamás lo vimos ejecutando actos de presión que lo beneficiaran personalmente, menos si con ello perjudicaba a jóvenes que estaba educando. Se jubiló siempre presentándose al Central para no perder la costumbre de relacionarse con la juventud, a quien había dedicado sus mejores años.
En su funeral Luis Coello Ramos portaba un pequeño equipo de sonido, pudiéndose escuchar marchas fúnebres, grabadas por don Bibio, días antes de su fallecimiento, para ser escuchadas por los que estuvieran presentes al momento de su entierro. Amaba tanto la música que lo indujo a disponer que mientras era sepultado las marchas fúnebres que el ejecutaba al piano se difundieran en el ambiente y se grabaran en la mente de aquellos que asistieran a su sepelio Fuente: Gonzales, Héctor Roger. “Hondureños singulares”