Inversos
Si la inequidad crece junto a la problemática social que promueve la polarización entre buenos que no son tan buenos y malos que no son tan malos, está determinando el acontecer nacional, el resultado no puede ser otro que el que tenemos. Confusión, ausencia de visión y propuesta. Para las mayorías, incertidumbre. El reducido porcentaje privilegiado en aislamiento y en resguardo de sus posesiones disfrutan de paz temporal: a medida que pasa el tiempo sin acciones concretas para alcanzar justicia social, la caducidad de esa paz se acerca. No hay dinero que aguante al pueblo enardecido que no tiene nada que perder. Es necesario que vean más allá de su hedonismo egoísta. ¿Adónde la llevan nuestros gobernantes? La vida serena, sin preocupaciones, sin los sobresaltos que decía Roberto Sosa, se vive en Honduras, se esfuma. Un cambio interior individual podría cambiar el curso. El idealismo en los aspirantes a cargos de elección popular se añora más allá de la retórica. A este tiempo, parece quimera. El que a diputados no les parezca amoral el que esposa o cuñado sea su suplente, o a un presidente de partido el designar a su hermano para el manejo de las finanzas partidarias, siendo según ellos abanderados anticorrupción, solo refleja la profunda decadencia axiológica que padecen ellos y el pueblo que los sigue. ¿Y con más poder? Saquear como aquellos a los que señalan.
Es inconcebible que personas con problemas legales o dificultades económicas quieran disponer del erario. O que cuestionados administradores de fondos públicos intenten manejarlos. Absurdo. ¿Para qué quieren el poder? Que arreglen aquellos que dijimos, antes de alimentar en el imaginario popular la percepción, realidad, de que es para seguir malversando esos fondos.
Sí, hay valores inversos en Honduras, unos entre quienes detentan el poder y otros entre quienes buscan detentarlo. Que sea diferente depende de los votantes. En el nivel presidencial hay pocas esperanzas. Quizás en el próximo Congreso Nacional