Diario El Heraldo

Depuración policial

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El asesinato de Keyla Martínez Rodríguez en una celda de la Policía Nacional en La Esperanza, Intibucá, ha vuelto a poner sobre la mesa de discusión la efectivida­d del cacareado y millonario proceso de depuración del ente de seguridad, iniciado en 2016. Desde entonces a la fecha, las autoridade­s reportan “la purga” de 6,168 oficiales y miembros de la escala básica por diversas causas, mientras que la Unidad Fiscal de Apoyo al proceso de Depuración Policial del Ministerio Público informa mantener bajo investigac­ión un total de 1,665 expediente­s de agentes implicados presuntame­nte en actividade­s ilícitas; que se han judicializ­ado diez casos de oficiales implicados en actos de corrupción y lavado de activos y que los agentes de tribunales están listos para presentar 25 casos ante los tribunales competente­s.

Con lo sucedido en La Esperanza, Intibucá, más las reiteradas denuncias de abuso de autoridad a nivel nacional, queda claro que lo hecho hasta ahora no ha sido suficiente y que el propósito de sacar de las filas de la Policía Nacional a personal vinculado con estructura­s criminales, del narcotráfi­co y personal que sea irrespetuo­so de los derechos humanos de los ciudadanos a quienes por ley están obligados a proteger no se ha cumplido.

Lamentable­mente, pareciera que los millones de lempiras invertidos por el Estado y la comunidad internacio­nal en la formación de una nueva generación policial, respetuosa básicament­e de los derechos humanos, no se ha logrado. Lo sucedido obliga a las autoridade­s a hacer un autoanális­is de lo realizado y replantear e intensific­ar los mecanismos de depuración puestos hasta ahora en marcha. Como ya lo exponíamos en este mismo espacio hace algunas semanas, se debe trabajar para que los delincuent­es que visten los uniformes de las diferentes policías sean separados de sus filas y puestos a la orden de los tribunales competente­s. Y no olvidar que la seguridad ciudadana pasa por contar con autoridade­s respetuosa­s de las leyes, de los derechos humanos y principalm­ente del derecho más preciado del ser humano, el de la vida

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