Las vacunas como signos de desigualdad
Ocurrió una extraña coincidencia cuando la vida quiso llevarnos por Madrid: en la avenida Alberto Alcocer, una viejecita nos preguntó repentina: “vosotros sabéis dónde está la calle de Honduras”; aprensivos y acostumbrados a desconfiar en las aceras, nos miramos y titubeamos un “No, señora”; ella, vacilante, se despidió con “Perdonad, se ve que tampoco sois de esta zona”.
Supimos después en los mapas que la Calle de Honduras estaba a dos cuadras de allí y que la pregunta de la anciana no era sospechosa. Fuera de eso, se nos encogía el sentido de patria y el orgullo de himno y bandera que nos enseñaron en la escuela, cuando alguien preguntaba de dónde éramos, y casi nos ubicaba en la inmensidad de América.
Aquí se indignaban los amigos cuando contábamos esto, y creían que los españoles se hacían, o que eran ignorantes, pero igual pasa con chinos, alemanes, rusos o egipcios, no tienen claro nuestro punto geográfico. ¿Sentiría lo mismo aquí un balcánico si los hondureños no ubicaran su preciosa Eslovenia, o un africano occidental con su impactante Senegal?
Como sea, y aunque cuesta aceptarlo, a unas cuantas fronteras de aquí muchos no saben dónde está nuestro entrañable país: no exportamos petróleo ni una poderosa industria; el PIB es menor que el presupuesto de algunos ministerios o empresas internacionales; las rentas bajas muestran nuestra levedad en el mercado mundial; solo salimos en las noticias de vez en cuando, y no siempre bien.
¿Así que cómo podíamos esperar que en la disputa y distribución de las vacunas contra el coronavirus fuéramos primeros? No podíamos. Desde diciembre pasado los países ricos comenzaron a vacunar a su gente: millones de dosis para las sedes de los grandes laboratorios.
Contra eso la OMS -integrada por gobiernos, farmacéuticas
La OMS no pudo liderar la distribución de la vacuna a través de Covax, y algunos países negociaron aparte y se adelantaron, los más industrializados primero, de ahí la desigualdad”.
y alguna ONG- organizó el grupo GAVI, que permite a naciones pobres conseguir diferentes vacunas; para la de covid-19 se creó el mecanismo Covax, y ahí está nuestra esperanza, el problema es que lo es también para cientos de países, y la distribución intenta ser equitativa, lógica.
La OMS no pudo liderar la distribución de la vacuna a través de Covax, y algunos países negociaron aparte y se adelantaron, los más industrializados primero, de ahí la desigualdad. La Unión Europea negoció en bloque el abastecimiento, los latinoamericanos marchamos divididos, como siempre, y solo ocho naciones han conseguido el fármaco.
A finales de este mes comenzará la distribución en América Latina, anunció la OMS; cuenta población y contagio, por eso
Brasil tendrá más, con 10 millones de dosis, luego México y Colombia. Nosotros aparecemos en la lista con 496,800.
Que vengan pronto, a pesar de la desigualdad, porque nuestros sanitarios tienen la capacidad para aplicarlas bien y rápido, y si la población cooperara y la enfermedad remitiera, podríamos salvar vidas y hacernos notar un poquito en el mundo