Diario El Heraldo

Las vacunas como signos de desigualda­d

- José Adán Castelar

Ocurrió una extraña coincidenc­ia cuando la vida quiso llevarnos por Madrid: en la avenida Alberto Alcocer, una viejecita nos preguntó repentina: “vosotros sabéis dónde está la calle de Honduras”; aprensivos y acostumbra­dos a desconfiar en las aceras, nos miramos y titubeamos un “No, señora”; ella, vacilante, se despidió con “Perdonad, se ve que tampoco sois de esta zona”.

Supimos después en los mapas que la Calle de Honduras estaba a dos cuadras de allí y que la pregunta de la anciana no era sospechosa. Fuera de eso, se nos encogía el sentido de patria y el orgullo de himno y bandera que nos enseñaron en la escuela, cuando alguien preguntaba de dónde éramos, y casi nos ubicaba en la inmensidad de América.

Aquí se indignaban los amigos cuando contábamos esto, y creían que los españoles se hacían, o que eran ignorantes, pero igual pasa con chinos, alemanes, rusos o egipcios, no tienen claro nuestro punto geográfico. ¿Sentiría lo mismo aquí un balcánico si los hondureños no ubicaran su preciosa Eslovenia, o un africano occidental con su impactante Senegal?

Como sea, y aunque cuesta aceptarlo, a unas cuantas fronteras de aquí muchos no saben dónde está nuestro entrañable país: no exportamos petróleo ni una poderosa industria; el PIB es menor que el presupuest­o de algunos ministerio­s o empresas internacio­nales; las rentas bajas muestran nuestra levedad en el mercado mundial; solo salimos en las noticias de vez en cuando, y no siempre bien.

¿Así que cómo podíamos esperar que en la disputa y distribuci­ón de las vacunas contra el coronaviru­s fuéramos primeros? No podíamos. Desde diciembre pasado los países ricos comenzaron a vacunar a su gente: millones de dosis para las sedes de los grandes laboratori­os.

Contra eso la OMS -integrada por gobiernos, farmacéuti­cas

La OMS no pudo liderar la distribuci­ón de la vacuna a través de Covax, y algunos países negociaron aparte y se adelantaro­n, los más industrial­izados primero, de ahí la desigualda­d”.

y alguna ONG- organizó el grupo GAVI, que permite a naciones pobres conseguir diferentes vacunas; para la de covid-19 se creó el mecanismo Covax, y ahí está nuestra esperanza, el problema es que lo es también para cientos de países, y la distribuci­ón intenta ser equitativa, lógica.

La OMS no pudo liderar la distribuci­ón de la vacuna a través de Covax, y algunos países negociaron aparte y se adelantaro­n, los más industrial­izados primero, de ahí la desigualda­d. La Unión Europea negoció en bloque el abastecimi­ento, los latinoamer­icanos marchamos divididos, como siempre, y solo ocho naciones han conseguido el fármaco.

A finales de este mes comenzará la distribuci­ón en América Latina, anunció la OMS; cuenta población y contagio, por eso

Brasil tendrá más, con 10 millones de dosis, luego México y Colombia. Nosotros aparecemos en la lista con 496,800.

Que vengan pronto, a pesar de la desigualda­d, porque nuestros sanitarios tienen la capacidad para aplicarlas bien y rápido, y si la población cooperara y la enfermedad remitiera, podríamos salvar vidas y hacernos notar un poquito en el mundo

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Periodista

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