Biobardas y más en el Golfo de Fonseca
Autoridades y organismos ambientales hondureños han anunciado que con la construcción de biobardas artesanales e industriales se pretende contrarrestar la contaminación y destrucción de los ecosistemas del Golfo de Fonseca, generada por miles de toneladas de basura y desechos hospitalarios que arrastran los ríos Goascorán, Nacaome, Choluteca y Guasaule desde los municipios de la parte alta de los departamentos de Francisco Morazán, El Paraíso, La Paz y Valle, en Honduras, y de comunidades de El Salvador.
“Lo que se quiere es retener esa gran cantidad de desechos sólidos que van a caer al golfo ( .... ). En algunas comunidades los pobladores han colocado bardas hasta de 40 metros y utilizan el plástico para reciclarlo y venderlo”, informó el director regional del ministerio Miambiente, Luis Turcios.
Esto, en medio de la crisis sanitaria y económica que azota a la sociedad, es una buena noticia, teniendo en cuenta que el Golfo de Fonseca es una de las principales fuentes de la actividad económica de la deprimida zona sur de Honduras, pero hay que llamar la atención y decir que con ello no basta. Las autoridades ambientales y de los municipios donde se origina el problema tienen que asumir cada cual su responsabilidad y actuar con diligencia para detener el flujo excesivo de desechos que se vierten a los ríos, ampliar sus inversiones en sistemas de gestión de residuos y cadenas de suministro, construcción de rellenos sanitarios, involucrar al sector privado, pero también invertir tiempo y dinero en el proceso de aumentar el grado de conciencia, educar y fortalecer la capacidad sobre la contaminación ambiental e hídrica, la importancia de la calidad del agua.
Mientras esas decisiones no se tomen, el problema seguirá presentándose con el paso de los años, tal cual sucede en la comunidad de Omoa, donde sus playas son periódicamente inundadas de basura por la mala gestión de los desechos sólidos y hospitalarios por parte de municipios guatemaltecos en la cuenca del río Motagua, que las traslada hasta el océano Atlántico