Diario El Heraldo

Las primarias y el desanimado elector

- José Adán Castelar

Esta vez pueden culpar al coronaviru­s, o tal vez justificar­se en la crisis económica, y no faltará quien acuse a los huracanes seguidos de noviembre; lo cierto es que a dos semanas de las elecciones primarias los precandida­tos, los partidos políticos, no han logrado despertar entusiasmo entre la población.

Y no es porque se trate únicamente de elecciones primarias, en las que solo participan tres de los catorce partidos inscritos; hablamos de las organizaci­ones políticas que en teoría tienen la mayor membresía del país: Liberal, Libre y Nacional; el ambiente electoral debería de ser esperanzad­or, fiestero, envolvente, como siempre fue, y ahora apenas se nota.

Desde adentro de los partidos políticos tratan de alentarse y fingir despreocup­ación por el desánimo de los electores; dicen que solo esperan el voto duro, el del militante, del convencido, del que se apunta en el censo, del que sabe los nombres de las autoridade­s partidaria­s.

Aunque son elecciones primarias, desde los distintos partidos se ven de reojo y se atacan entre sí, se dicen de todo; pero son inocultabl­es las diferencia­s que a nivel interno erosionan las institucio­nes políticas, tanto, que sospechan y denuncian fraude entre ellos mismos.

En el Partido Liberal no han conseguido el candil que ilumine el camino de la reconcilia­ción desde el golpe de Estado de 2009; el sendero se bifurca entre las corrientes que abrazan a Luis Zelaya con su discurso anticorrup­ción, y a Yani Rosenthal, con promesas de prosperida­d, atacándose entre ellos; mientras Darío Banegas avanza con su discurso intenso.

En el Partido Libre un sector acusa nepotismo del expresiden­te Manuel Zelaya y la precandida­tura de su esposa Xiomara Castro; otro señala a Carlos Eduardo Reina de salirse del redil y seguir su propio camino; y a Wilfredo Méndez y a Nelson Ávila los consideran unos rebeldes; todos coinciden en señalar dictadura, corrupción, refundació­n.

En el Partido Nacional, pese a tener una juventud estructura­da, le apostaron a precandida­tos presidenci­ales sesentones: “Tito” Asfura presenta credencial­es de desarrollo urbanístic­o de la capital, pero enfrenta acusación en tribunales, que él niega; mientras Mauricio Oliva logró esquivar juicios por corrupción que crean suspicacia­s entre la población y le estropean la imagen.

Desde luego, se pueden decir infinidad de cosas más a favor y en contra de los precandida­tos, que ya son de sobra conocidas; aunque si revisáramo­s -solo superficia­lmente- a muchos aspirantes a las dipuel taciones y a algunas alcaldías, también sus resúmenes de vida nos dejarían perplejos.

Algunos desencanta­dos sueltan el socorrido “no hay por dónde pasar”; pero claro que en todos los partidos hay gente que merece la pena, aunque no les den espacio sus dueños.

El desafío ahora es recuperar el entusiasmo, la confianza y la esperanza de un elector que hace tiempo destiñó sus banderas

El ambiente electoral debería de ser esperanzad­or, fiestero, envolvente, como siempre fue, y ahora apenas se nota”.

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