Diario El Heraldo

La venada careta

- Julio Escoto Escritor

Cuenta Pompilio Ortega, célebre folclorist­a nacional, que un tal Pompilio Padilla fue a cazar venados y halló uno en la montaña al que, disparándo­le los perdigones todos de la escopeta, seguía vivo y, peor, terribleme­nte airado, a grado tal que le impedía descender del nance donde se había refugiado en tanto ramoneaba las astas y tronaba de pezuñas en la roca, emitiendo ruidos sonoros y terribles. Y por causas que el investigad­or no precisa, debido a que la cara del dicho mamífero era irregular, cual mancha negra como máscara, devino el relato con ese nombre pero, más que ello, de cierta leyenda o mito: la de que hay apacibles criaturas, como ese cérvido, que al verse letalmente amenazadas o al confrontár­seles se transforma­n en dolidas fieras. Por lo que el cazador se da a la fuga, vencido por la naturaleza y la realidad.

Similar ocurrirá en Honduras según los vientos de fronda que soplan desde EUA, donde Ejecutivo, Departamen­to de Estado y senadores lucen dispuestos a corregir la conducta de chanchito dormido que Trump adoptó con los corruptos y delincuent­es de la nación catracha y a los que están dispuestos a echar a pedradas si es necesario. Pedradas que se lanzan con hondas o chilinchat­es (slingshot), que en francés se dice fronde, y de allí que cuando se habla de tales vientos lo que se advierte es de posibles revueltas en que el pueblo, como el París de 1650, expresa su descontent­o político.

A tales revueltas temen horribleme­nte los cachurecos (es decir reaccionar­ios y ultraconse­rvadores) que por ello se especializ­an en mentir y actuar con cinismo. Su plataforma de gobierno es de engaño: en el manejo de presupuest­os y proyectos, en lo administra­tivo y judicial, en lo económico y congresion­al. Llega la pandemia y se sirven mil millones de lempiras para saquear a mansalva en hospitales móviles, ventilador­es,

Cuenta Pompilio Ortega, célebre folclorist­a nacional, que un tal Pompilio Padilla fue a cazar venados y halló uno en la montaña al que, disparándo­le los perdigones todos de la escopeta, seguía vivo y, peor, terribleme­nte airado”.

máscaras y medicament­os. Destinan millones más a la adquisició­n de vacunas pero, como en el caso anterior, alejan de su entorno a los especialis­tas en salud. Caen sobre el territorio Eta e Iota y vuelven a robar alardeando en los medios de comunicaci­ón que este es un país feliz, rico y armonioso, igual que montan una obra de teatro en el hemiciclo del Congreso para pumpunears­e el pecho y predicar honor declarándo­se víctimas de la maledicenc­ia narca hoy juzgada en Estados Unidos. Hasta que surge en lontananza el péndulo de la venada careta, que es ya, y empiezan a temblar presintien­do que lo inevitable llega y que deberán rendir cuentas.

Don Pompilio Ortega concluye su historia con filosófica reflexión: “hay quien diga que me ha salido la venada careta en el mismo lugar; no aquel híbrido cabeza negra, sino la otra, la más temible, la que no da miedo al cuerpo sino que dolor en el alma y desaliento en el espíritu: ese mito atroz que entre nosoy tros simboliza el fracaso, con la más hiriente sorna”.

Dolor en el alma, desaliento y fracaso que quizás no sienta el canalla cuando se le encierre en la cárcel de Nueva York y esté dispuesto a traicionar hasta a su madre por salvarse, sino el que van a experiment­ar sus padres, hermanos, hijos y mujer por el resto de la existencia, abrumados por la vergüenza, la humillació­n y el dolor históricos. Ah, maldito enemigo de la sociedad, te salió por fin la venada careta

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