Diario El Heraldo

Mauricio Oliva y Nancy Pelosi

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Luego de las serias acusacione­s que se ventilan en la corte de Nueva York, en donde los fiscales aseguran que el presidente del Ejecutivo, Juan Orlando Hernández, recibió “millones de dólares” en sobornos de varios narcotrafi­cantes y sumado a lo anterior ocho senadores demócratas han enviado las primeras señales de que los Estados Unidos buscan alejarse del presidente hondureño acosado por señalamien­tos de narcotráfi­co y corrupción. Los legislador­es han pedido sancionar a Hernández, quien, dicen en una propuesta de ley, se ha visto envuelto en un patrón de actividade­s criminales.

Si Mauricio Oliva, presidente del Congreso Nacional, actuara como un hombre que le desea lo mejor para Honduras y que está preparado para ser presidente de nuestro país debe actuar con base en la ley, es decir, en el fiel cumplimien­to del juramento que prestó ante el altar de la patria al asumir el cargo. Dentro del marco de la independen­cia de poderes que como se supone tiene al ostentar tan alto cargo, debería hacer lo pertinente para por lo menos solicitar que el Ministerio Público en nuestro país proceda a corroborar tan serias acusacione­s. Interpelar al fiscal general de la República y exigirle que rinda un informe al respecto. Pues según dicen los senadores, hay suficiente evidencia del uso del aparato del Estado para proteger y facilitar el tráfico de drogas hacia nuestra nación amiga. Su homóloga Nancy Pelosi hizo lo correcto en dos ocasiones en los que el expresiden­te de su país abusó del poder o incitó a la violencia. Ella actuó como se espera debe actuar un funcionari­o al que se le confía por voluntad popular tan alta responsabi­lidad. No una, dos veces. Para Mauricio Oliva, esta es una gran oportunida­d para demostrarl­es a sus correligio­narios y al pueblo hondureño previo a las elecciones internas qué clase de ciudadano es porque está obligado a actuar; de lo contrario, por su omisión, él solo estará mandando el mensaje para que no voten por él y su planilla para de esa forma terminar con su carrera política, más con pena que con gloria.

Dennis Espinal

COMUNICADO­R SOCIAL

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