Sin lágrimas en los ojos
Un galeno expresaba esta emoción al ver cómo se consume el ser humano ante un virus tan terrible. Son tantos que atender que solamente “estoy yo” para acudir a las cabeceras y darles atención. “Soy un médico general con más de 39 pacientes, más otros 17 que están en estado crítico; no hay intensivistas, no hay oxígeno de alto flujo, el personal de enfermería es escaso y de tanto llorar, he quedado sin lágrimas”.
Esta es una realidad que vivimos hoy después de un año de tener la pandemia en nuestro país. Han sido tantos los llamados, explicado las estrategias a seguir, pero las autoridades son sordas, ciegas, mudas, no hay un liderazgo que nos lleve a obtener los beneficios de estrategias bien implementadas y sostenidas, no hay nada de ello ni lo habrá porque ya se ha probado la ineficiencia de las autoridades gubernamentales. Y sin vacunación masiva, se dio permiso para irnos a las playas, balnearios, piscinas, el solaz debía llegar porque estamos encerrados -como si fuera cadena perpetua- en nuestros hogares, hoy el contagio es mayor, los hospitales, centros de triaje, centros de estabilización están atiborrados, saturados, y las muertes a la orden del día, nos vale; somos desobedientes, a quién le importa, a nadie.
La pandemia desnudó los sentimientos más aberrantes de muchos que procuran lucro, pero también han sobresalido los de compasión, solidaridad, empatía; hemos visto y sentido cómo las autoridades han actuado con displicencia, sin objetivos sostenidos, a lo que “vaya saliendo para irlo combatiendo”, apagafuegos, en pocas palabras, sin un plan estructurado, donde los ignorantes son los que manejan el barco y en medio de esta tempestad sentimos que naufragaremos, estamos a la mano de Dios.
La pandemia vino azotando poco a poco, los países y las noticias nos indicaban las medidas que se iban tomando, cómo evolucionaba
A un año de la pandemia... estamos jodidos; que hasta sin lágrimas nos hemos quedado”.
el virus, qué medicamentos combatían el virus, qué medidas de higiene a tomar, qué deberíamos hacer y qué no. Nosotros seguíamos tomando café.
Cuando se nos informa que la pandemia está cerca de nuestras puertas, lo primero que se hizo fue comprar percoladoras y televisores a color sobrevalorados, porque el diezmo hay que conseguirlo porque en “río revuelto”… Posteriormente se hicieron ipso facto la compra de chatarras móviles y con la “buena fe” se escogió al más vivo de los vividores, se compraron ventiladores mecánicos que tienen casi un año para que lleguen y aún el barco no zarpa, y los que se adquirieron vinieron incompletos, por tanto se compró chatarra a precios sumamente altos. Las pruebas PCR no lograban despegar del laboratorio de virología, a las autoridades de Salud, las farmacéuticas las visitaron para negociar la compra de vacunas y dijeron que no, que como tenemos protocolos de adquisición deberíamos de esperar que Covax nos diera de a poquito lo que sobraba.
La pandemia llegó y caíamos como moscas, personajes de la alta y baja sociedad sucumbieron, los hoyos de los cementerios se hacían por montones esperando los clientes que llegaban con prontitud, y se declaró la prisión preventiva para todos los ciudadanos de estas honduras. Hoy a más de un año que llegó la pandemia a Honduras todo sigue igual o peor que ayer. Los hospitales comprados no sirven, los que existen están sobresaturados, los insumos de bioseguridad son escasos, los triajes casi han desaparecido, no hay brigadas médicas, no hay contención de barrios, colonias, ciudades, municipios, el país está al garete, el personal sin recibir sus salarios por la maldita burocracia y la nariz de Pinocho sigue creciendo cada día más porque ahora no hay vacunas. Hoy estamos jodidos; que hasta sin lágrimas nos hemos quedado