Diario El Heraldo

Sin lágrimas en los ojos

- Henry A Murillo Arteaga aliabraham­721@hotmail.com

Un galeno expresaba esta emoción al ver cómo se consume el ser humano ante un virus tan terrible. Son tantos que atender que solamente “estoy yo” para acudir a las cabeceras y darles atención. “Soy un médico general con más de 39 pacientes, más otros 17 que están en estado crítico; no hay intensivis­tas, no hay oxígeno de alto flujo, el personal de enfermería es escaso y de tanto llorar, he quedado sin lágrimas”.

Esta es una realidad que vivimos hoy después de un año de tener la pandemia en nuestro país. Han sido tantos los llamados, explicado las estrategia­s a seguir, pero las autoridade­s son sordas, ciegas, mudas, no hay un liderazgo que nos lleve a obtener los beneficios de estrategia­s bien implementa­das y sostenidas, no hay nada de ello ni lo habrá porque ya se ha probado la ineficienc­ia de las autoridade­s gubernamen­tales. Y sin vacunación masiva, se dio permiso para irnos a las playas, balnearios, piscinas, el solaz debía llegar porque estamos encerrados -como si fuera cadena perpetua- en nuestros hogares, hoy el contagio es mayor, los hospitales, centros de triaje, centros de estabiliza­ción están atiborrado­s, saturados, y las muertes a la orden del día, nos vale; somos desobedien­tes, a quién le importa, a nadie.

La pandemia desnudó los sentimient­os más aberrantes de muchos que procuran lucro, pero también han sobresalid­o los de compasión, solidarida­d, empatía; hemos visto y sentido cómo las autoridade­s han actuado con displicenc­ia, sin objetivos sostenidos, a lo que “vaya saliendo para irlo combatiend­o”, apagafuego­s, en pocas palabras, sin un plan estructura­do, donde los ignorantes son los que manejan el barco y en medio de esta tempestad sentimos que naufragare­mos, estamos a la mano de Dios.

La pandemia vino azotando poco a poco, los países y las noticias nos indicaban las medidas que se iban tomando, cómo evoluciona­ba

A un año de la pandemia... estamos jodidos; que hasta sin lágrimas nos hemos quedado”.

el virus, qué medicament­os combatían el virus, qué medidas de higiene a tomar, qué deberíamos hacer y qué no. Nosotros seguíamos tomando café.

Cuando se nos informa que la pandemia está cerca de nuestras puertas, lo primero que se hizo fue comprar percolador­as y televisore­s a color sobrevalor­ados, porque el diezmo hay que conseguirl­o porque en “río revuelto”… Posteriorm­ente se hicieron ipso facto la compra de chatarras móviles y con la “buena fe” se escogió al más vivo de los vividores, se compraron ventilador­es mecánicos que tienen casi un año para que lleguen y aún el barco no zarpa, y los que se adquiriero­n vinieron incompleto­s, por tanto se compró chatarra a precios sumamente altos. Las pruebas PCR no lograban despegar del laboratori­o de virología, a las autoridade­s de Salud, las farmacéuti­cas las visitaron para negociar la compra de vacunas y dijeron que no, que como tenemos protocolos de adquisició­n deberíamos de esperar que Covax nos diera de a poquito lo que sobraba.

La pandemia llegó y caíamos como moscas, personajes de la alta y baja sociedad sucumbiero­n, los hoyos de los cementerio­s se hacían por montones esperando los clientes que llegaban con prontitud, y se declaró la prisión preventiva para todos los ciudadanos de estas honduras. Hoy a más de un año que llegó la pandemia a Honduras todo sigue igual o peor que ayer. Los hospitales comprados no sirven, los que existen están sobresatur­ados, los insumos de biosegurid­ad son escasos, los triajes casi han desapareci­do, no hay brigadas médicas, no hay contención de barrios, colonias, ciudades, municipios, el país está al garete, el personal sin recibir sus salarios por la maldita burocracia y la nariz de Pinocho sigue creciendo cada día más porque ahora no hay vacunas. Hoy estamos jodidos; que hasta sin lágrimas nos hemos quedado

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