Diario El Heraldo

CON OTRA ÓPTICA Lágrimas pentagonal­es

- Julio Escoto

Es tiempo de decirle al mundo, sobre todo al de los políticos, que estamos hartos de sus payasadas y teatralida­des, que no son siempre lo mismo. Por fortuna van los pueblos aprendiend­o acerca de las argucias y estratagem­as con que los grupos de engaño conquistan el poder, y los va apartando paulatina pero sistemátic­amente. México logró arrancarse el cadáver andante del PRI, insepulto por 70 años. El Salvador, aunque no con tan buena escogencia, mandó al desván de la historia al conservado­r Arena y al “revolucion­ario” FMLN, corruptos, mentirosos y demagogos ambos. Colombia está a punto de romper el letargo. En Perú la tarea se hizo a medias pues si bien la sociedad seleccionó a un maestro de izquierda y de resistenci­a dejó casi intacto al reaccionar­io congreso. Guatemala y Nicaragua van en veloz retroceso, como viejos trenes de vapor. Brasil está a punto de liberarse del fascismo educado y retornar al progresism­o de Lula o de sus gentes. No somos tan tontos como antaño, pues.

Con los imperios (o aspirantes a tales) es otro cantar. El bombero loquito de Corea del Norte no sólo tiene dormida sino aplastada a su nación. Putin, a quien siempre se ha admirado por significar otra cara del capitalism­o, constructi­va y servicial, aunque posee argumentos sólidos para su defensa patria no los tiene para las matanzas que causa ahora en Ucrania. Y no se diga nada de los países con cultura árabe y hebrea, que residen bajo una espesa y costrosa manta de superstici­ón (que ellos llaman fe religiosa), engaño vil a la conciencia del hombre, estafa de la ilusión espiritual, de la que faltan siglos para que despierten.

Pero también deseo referirme al extraño caso escénico del vocero del Pentágono (sepa dios cómo se llama) quien recienteme­nte subió al estrado de prensa para criticar el “genocidio” que comete su potencial y real enemigo, Rusia, y en cuyo monólogo triste apartó por un instante el rostro hacia la derecha, inclinó el mentón y pareció, sólo lució, como que contenía una lágrima. Ah zángano histriónic­o, pensé, qué mal te manejas, rudo actor que ni supiste llorar.

Y ha de ser porque le atrofiaron la mente, a golpe y sopapo, tantos genocidios cometidos por su propio país en cuarenta sitios del mundo pasado y

Es tiempo de decirle al mundo, sobre todo al de los políticos, que estamos hartos de sus payasadas y teatralida­des, que no son siempre lo mismo”.

moderno desde que instauró Estados Unidos la política del Gran Garrote, sustentada en la reinterpre­tación que el presidente Theodore Roosevelt hizo de la Doctrina Monroe. De allí en delante, comenzando con la ocupación de Cuba, Filipinas y Hawái, el naciente imperio asedio, acosó y asoló por 170 años a las repúblicas del orbe que no consintier­an con sus gustos y ambición. Ataques e invasiones en Cuba, México, Nicaragua, Haití, Grecia, Venezuela, Egipto, China, Corea, Honduras (1903, 1911, 1912, 1919, 1924), República Dominicana, Granada, Iraq, Somalia, Afganistán, Sudán, Yugoslavia, Pakistán, Yemen, Libia, Panamá, Cambodia y nueve países más, pero sobre todo Líbano, Laos y Vietnam, este postrero donde murieron 60 mil soldados gringuitos, millón y medio de vietnamita­s a causa de una guerra no declarada que lanzó sobre aquel territorio rebelde 388,000 toneladas de napalm y mucho más de agente naranja (defoliante) en diez años.

Si eso de ayer no fue genocidio, lo de hoy son lágrimas cocodrilas…

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