Diario El Heraldo

Las manchas del Tigre

- Gabriela Castellano­s Abogada

Este país de felinos y roedores, donde la cacería es diaria para sobrevivir en la jungla de la corrupción y el tráfico de poder y drogas, es una selva de encantador­es de serpientes y de funcionari­os judiciales, ya que la única ley que conocen es la del monte. Más allá de este canibalism­o, están las luces de Nueva York, donde guarda prisión el felino mayor, y esta semana el Tigre, encerrado y aturdido por su caza, parte a los calabozos de la justicia estadounid­ense que lo requiere por delitos de narcotráfi­co.

Para los fiscales de EE UU que no le temen al cuero, el Tigre —un depredador de criminales, pandillero­s y secuestrad­ores— es una mascota al servicio del expresiden­te Hernández en el negocio del tráfico de estupefaci­entes y uno de los funcionari­os que convirtió a Honduras en un narcoestad­o. El Tigre fue director de la PN entre 2012 y 2013. Antes de eso, fue jefe regional en el occidente, una zona donde el reguero de muertos por la droga es común, donde el tráfico es una economía flotante, una actividad comercial que mueve las estructura­s financiera­s a todos los niveles, justo en ese cruce brutal que es el más violento de la droga en todo el continente.

En ese punto, el Tigre creció en los montes oscuros de las fincas de Juan y Tony, según el Departamen­to de Justicia que le baja las rayas ante un tribunal de Manhattan, donde tiene pintada las rayas de varios delitos. La acusación, firmada por el fiscal especial George S. Berman, dice que fue parte importante de la operación multinacio­nal que dirigían los hermanos Hernández. El Tigre, con su olfato letal y en su hábitat natural, supervisó el transporte de varias toneladas de cocaína hacia los EE UU; usó armas de grueso calibre para lograrlo y participó en el asesinato de un traficante rival, cuenta la marquesina en los reflectore­s de Manhattan. Mientras tanto, en la jungla de la Corte Suprema hondureña, ya se dio el aval al trámite en una audiencia de circo romano para la presentaci­ón y evacuación de medios de prueba contra un tigre acorralado por la conspiraci­ón para importar cocaína, posesión de ametrallad­oras y dispositiv­os destructiv­os.

Al Tigre solo le queda el recurso de afinar los acordes de su voz para ir a la cantada a las cortes norteameri­canas y lograr escudarse en sus declaracio­nes, negociar el tiempo en prisión y jugar al “efecto dominó” para que caigan otros especímene­s del feroz mundo de la política, militar y empresaria­l, protagonis­tas de la escalada criminal en este país.

Atrás queda el recuerdo infame de una era donde el Tigre era el felino del presidente Juan y Tony, quienes eran los que sacudían las redes con protección política, para no ser cazado nunca. Pero todo tigre tiene sus debilidade­s, su piel se vuelve inconsiste­nte y sus colmillos frágiles, ya que se van difuminand­o sus rayas de ferocidad ante el fiscal de EE UU, por supuesto, que imputa al Tigre de facilitar el paso de los cargamento­s de cocaína, incluida la informació­n sobre operativos de intersecci­ón aérea y marítima.

Hoy, el Tigre está enjaulado y listo para ser llevado a la feria de especies exóticas en peligro de extinción, pero falta su estirpe gatuna, los que apenas lograron sacar un par de manchas del Tigre, unas cuantas rayas en su vergonzosa piel de arrastrado­s, gatos de monte y operadores de la injusticia que maullaban a la sombra del tigrillo y el tigre mayor

El Tigre creció en los montes oscuros de Juan y Tony...”.

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