¿Dónde está la extensión agrícola?
La historia en Honduras nos dice que muchos de los modelos económicos, educativos, agrícolas o de extensión agrícola copiados de otros países no han funcionado. No han funcionado por las realidades locales que tenemos. Si seguimos intentando hacer más de lo mismo, adoptando modelos extranjeros sin diagnosticar ni tomar en cuenta nuestra propia realidad, cultura o idiosincrasia, seguirá pasando lo mismo que ha pasado con varios sectores como el sector agroalimentario. Producto de la adopción o imposición de recetas extranjeras, nuestros productores han y están abandonando el campo porque carecen de acompañamiento técnico, acceso a crédito, infraestructura productiva; generalmente lo que reciben por sus productos de parte de los intermediarios son precios de gallo muerto, que no dan ni para cubrir sus costos de producción; realidad que termina frustrándolos y abandona el campo y migran a la ciudad. partir de 1992, con la emisión de la Ley de Modernización y Desarrollo del Sector Agrícola, la reforma agraria, aprobada en la década de los sesenta, sufrió un proceso de resquebrajamiento, ya que se derogaron artículos esenciales que permitían la expropiación forzosa por incultura u ociosidad de la tierra, se privatizó la asistencia técnica, entregaron los bancos de semillas y la investigación agrícola a universidades privadas y desarticularon las instituciones del sector público vinculado al sector agrícola y forestal del país. Las decisiones que se tomaron allá por los finales de los ochenta e inicios de los noventas deben ser revisadas y reconsideradas en función de nuestras realidades, ya que mientras nuestro país desmanteló su sistema de extensión agrícola para crear programas puntuales e iniciativas que incorporaban a empresas privadas de asistencia técnica y que no se consolidaron, en otros países en la misma época se implementaba la modernización del agro y consolidaban sus sistemas de extensión agrícola, con la participación de universidades, cooperativas, asociaciones de productores y la empresa privada. En Honduras fue todo lo contrario, se implementó la receta neoliberal a medias o incompleta, provocando el abandono completo del sector agroalimentario. Los indicadores que muestran los resultados de esas decisiones son más que contundentes, tenemos productores de pequeña y mediana escala sin nociones claras de buenas prácticas para la producción, falta de innovación, dificultades fuertes para la gestión de la producción y la comercialización, poca o nula investigación, organización contable y adopción de tecnologías relevantes, baja producción y productividad, dependencia en un número reducido de productos agropecuarios, deficiencias fuertes en crédito e inversión agropecuaria, pobreza creciente, indicadores de seguridad alimentaria nutricional precarios y altos niveles de migración por falta de oportunidades. El abandono del sector agroalimentario ha beneficiado a los grandes productores y a las grandes empresas en detrimento de la mayoría de la población, ha provocado más desigualdad y claramente más presión social sobre los recursos. Con este escenario, difícilmente nos volveremos a convertir en el granero de Centroamérica, ya que las acciones y los resultados siguen apuntando a lo contrario: nuestro sector agroalimentario es cada vez más frágil y degradado. Si seguimos así, ¿qué les espera a las próximas generaciones y al sector agroalimentario?
Los productores han y están abandonando el campo”.