Estudiantes
Partiendo del hecho que el proceso de aprendizaje es ilimitado dado el cada vez más abrumador volumen de información, se concluye que todas y todos somos discípulos permanentes en un campo específico del conocimiento, sin que podamos afirmar que hemos logrado poner fin a la explosión informativa que, diariamente, acumula y amplía las fronteras del saber, particularmente en materia científica y tecnológica, con grados de especialidad cada vez más profundos.
La actual pandemia ha impactado a la humanidad de múltiples maneras, incluyendo la interrupción de la enseñanza aprendizaje, particularmente en su modalidad presencial, sin que la opción digital, aún en naciones poseedoras de sofisticada infraestructura tecnológica y educativa, logren sustituirla plenamente.
En países pobres como el nuestro, con elevadas tasas de deserción escolar, colegial y universitaria; bajo poder adquisitivo, metodologías obsoletas, tal realidad se torna dramática, elevando a niveles alarmantes el déficit educacional, condenando a toda una generación a crecientes rezagos cognoscitivos, ubicándonos en alta vulnerabilidad competitiva. Más que productores de conocimientos somos consumidores, y no siempre sabiendo seleccionar y adaptar los más aplicables a nuestras realidades concretas. Tanto la educación formal como la informal deben resultar en la inserción en el mercado laboral.
Un público reconocimiento a madres y padres de familia que a costa de incontables esfuerzos colaboran diariamente con sus hijas (os) en procesar conocimientos y en el cumplimiento de tareas; a las y los docentes que con sentido del deber profesional, guían y orientan la interacción maestro-alumno, y, obviamente, a las y los estudiantes que con admirable espíritu de superación, sin importar su nivel socioeconómico ni la distancia entre sus viviendas y las aulas, recorren largas distancias para asistir diaria y puntualmente a su compromiso cotidiano para continuar aprendiendo más y más