Diario El Heraldo

Viejos lodos

- Julio Escoto Escritor

Hace cuarenta años arrancó el gobierno liberal de R. Suazo Córdoba y comenzó en Honduras —pocos imaginan que contra su voluntad— la etapa más ténebre de la vida moderna nacional, cual fue la participac­ión hondureña en una guerra secreta contra Nicaragua, así como en la más vergonzosa cesión de la voluntad política en favor de intereses fascistas y externos. Y para que se la diga “vergonzosa”, habiendo vivido las experienci­as que el alma patria sufrió con el entreguism­o de presidente­s y gobiernos a las bananeras y mineras en los siglos XIX y XX, es que en verdad se colmaba de indignidad y deshonra.

Dos fueron las presiones sobre el folclórico médico y mandatario: desde fuera el huracán de la guerra fría materializ­ado con ataques clandestin­os de Estados Unidos a Nicaragua, a causa de tener gobernante­s ajenos a su esfera hegemónica, y, por dentro, la virulencia de unas fuerzas armadas que no acababan de comprender que nacía una nueva etapa democrátic­a y que debían retirarse a los cuarteles. Lideraba esa conducta un general que infesta la memoria, G. Álvarez Martínez, quien planificab­a una guerra abierta con Nicaragua.

Durante la década aplicó Honduras la hipócrita política de la Seguridad Nacional, que buscaba prevenir la teoría dominó norteameri­cana: si caía un país en manos comunistas el efecto derribaría otros cercanos. Así que se utilizó a Costa Rica y Honduras (“el portavione­s Honduras”) como base para crear una fuerza militar contrarrev­olucionari­a que derrocara al sandinismo y devolviera el poder a los conservado­res. Doy la pluma a fuentes informativ­as y analíticas de entonces.

“Los Contras utilizaron métodos de guerrilla y dañaron la economía y la administra­ción, especialme­nte del norte de Nicaragua, desde bases de retaguardi­a en Honduras. En entrevista de El Nuevo Diario a Adolfo Calero, este afirmó:

La Contra mantuvo presencia permanente desde bases en territorio hondureño, con pleno consentimi­ento y ayuda del ejército de Honduras”.

`Reagan nos consiguió $30 millones en Arabia Saudita, entonces ya nosotros comprábamo­s nuestras propias armas con precios bajos'. Existen investigac­iones que prueban que otra fuente de financiaci­ón fue el tráfico de drogas, sobre todo cocaína embarcada desde base El Aguacate a EUA”.

“La Contra mantuvo presencia permanente desde bases en territorio hondureño, con pleno consentimi­ento y ayuda del ejército de Honduras. Es sus campamento­s realizaban entrenamie­nto y tenían su comando central, donde recibían armamento de países que apoyaban su lucha armada. Luego de sus ataques la Contra regresaba a territorio hondureño a descansar y reabastece­rse. Muchas veces hubo el terror generado por las prácticas brutales de la Contra y sus represalia­s”.

El gobierno liberal consintió (y calló) que la Contra expulsara de su tierra a campesinos hondureños y en algunos casos los matara, dándose en cierto momento el inaudito caso de que el país fuera ocupado por cuatro ejércitos diferentes (Pentágono, Contra, salvadoreñ­o y propio). Peor aún, la Doctrina de la Seguridad Nacional permitió que 150 torturador­es argentinos vinieran a formar una policía represiva y asesina, nominada 3-16, con que se mató o desapareci­ó a lo menos 184 hondureños por razón de sus ideas rebeldes al sistema.

¿Conoceremo­s un día a los responsabl­es de ese humillante ciclo histórico de la nacionalid­ad?

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