Perro que ladra, normalmente, muerde
Lo normal es que un perro cumpla su amenaza; si ladra enfurecido, toma postura de ataque, y sigue ladrando iracundo, lo más probable es que muerda. Varios casos de feroces mordeduras, incluida la deplorable muerte de una niña, han desatado la polémica sobre qué hacer y quién tiene la culpa.
Los dedos acusadores apuntan otra vez a dos temidas razas: pitbull y rottweiler, que, aunque uno de ellos no haya sido, alguien termina echándoles la culpa. También hay aprensión por el estilizado dóberman, el fornido bóxer, y hasta del aparentemente simpático pastor alemán.
Tienen una categoría: PPP, perros potencialmente peligrosos; en muchos países son regulados por la ley y, por ejemplo, no los dejan vivir en las ciudades, o definitivamente están prohibidos, como el forzudo dogo argentino, proscrito en casi toda Europa, incluso algunas líneas aéreas no lo llevan.
Pero los europeos también se la ponen difícil a muchos más, aparte de la mala reputación del pitbull y el rottweiler, la lista negra crece con el bulldog, el terrier tosa, el fila brasileño y el stafforshire, con diferentes restricciones en cada país.
Aunque Canadá y los Estados Unidos no tienen leyes nacionales que sellen la tenencia de estos perros, hay muchas restricciones municipales. Tampoco son bienvenidos en Puerto Rico, Ecuador, Venezuela y otras naciones, no tanto por la agresividad del animal, sino por la falta de responsabilidad de sus dueños.
Este punto destacan organizaciones protectoras de animales, que repiten incansables eslóganes como: “No es la raza, es la crianza”, que luego partidarios de prohibiciones intentan tirar con argumentos
Las autoridades prohibieron algunas razas, y obligaron el uso de correa y bozal para los amenazantes. Eso debería recuperarse”.
de que, si así fuera, casi todos los perros serían agresivos y pocos escaparíamos de la mordida de un desconfiado callejero o un inquieto labrador.
Desde luego que los ataques tienen mucho que ver con la fortaleza del perro, que apenas se puede controlar con una correa; o el temperamento, son —en sentido figurado— de pocas pulgas, digámoslo, algunos medio desquiciados, y aunque sea culpa del dueño, el problema existe.
Hasta esta semana, en lo que va de 2022, y solo en el Hospital Escuela, atendieron a unas 17 víctimas de ataques de perros —la mayoría niños— con lesiones severas que los dejarán marcados de por vida, y el problema emocional de que no querrán encontrarse en la calle con otro can.
Como solo se toman decisiones con lo sucedido, hace unos años hubo también varios episodios de perros furiosos que destrozaron piernas y brazos, y las autoridades prohibieron algunas razas, y obligaron el uso de correa y bozal para los amenazantes. Eso debería recuperarse, pero aquí todo se olvida.
Y ya que hablamos de perros, ojalá que alguien legisle para prohibir que corten la cola y las orejas a ciertas razas, que miles de años de evolución les dieron como timón y radar, y cuya mutilación solo sirve a sus dueños para presumir. Otra lucha pendiente