Diario El Heraldo

Carlos Lanza

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Teresita Fortín vivió la vida con toda su hermosura terrible; haciendo un paralelo con Manuel José Arce podemos afirmar que cuando a la pintora le tocó sufrir, sufrió a conciencia hasta que el dolor la hizo sonreír y eso no es masoquismo, es madurez. Nos enseñó que no se puede vivir plenamente si no hay algo que nos llene y nos arrebate el espíritu hasta el punto de desear morir por ello, Ortega y Gasset nos dice que “es más fácil lleno de fe morir que exento de ella arrastrars­e por la vida”.

“Confidente de soledad” nos muestra a una pintora símbolo, fiel a sus visiones, obsesiva ante el lienzo: murió pidiendo telas.

Betty la Duke refiere lo siguiente: “En diciembre de 1981, Teresita se enfermó gravemente. Cuando los doctores la examinaron ella preguntó: `¿Estoy cerca del fin?', sin embargo, ellos no le dijeron qué tan enferma estaba y la medicina pareció haberle dado más fortaleza y mejorar su condición temporalme­nte. Irma (se refiere a Irma Leticia de Oyuela) recuerda que en diciembre (de 1981) `hasta tuvieron una fiesta alrededor de la cama' y que ella pidió 20 lienzos ya preparados. Ella quería continuar pintando para otra exhibición en septiembre de 1982. Durante ese tiempo ningún familiar vino a verla. Teresita murió el 5 de marzo de 1982. Su funeral fue organizado por los estudiante­s y profesores de la Escuela Nacional de Bellas Artes”.

“Teresita Fortín toma la palabra para hablar de sus desgracias, de su angustia, del marginamie­nto de que fue objeto en los círculos oficiales, marginamie­nto que en determinad­os momentos adquirió la dolorosa forma del desprecio y el escarnio”.

Crítico de arte

Es curioso, la artista nace el mismo año en que nació Pablo Zelaya Sierra y muere el mismo mes y un día antes de la muerte del maestro, quien murió un 6 de marzo de 1933.

Teresita Fortín murió viviendo, muerte y vida en apariencia contradict­orios, son en verdad un mismo estado del espíritu, dice Octavio Paz. Leticia de Oyuela narra una anécdota que pone de manifiesto toda esta fiesta del alma que era la pintura de Teresita cada vez que la ejercía rodeada de jóvenes, la anécdota apunta lo siguiente: “Algunas veces yo me preguntaba al verla disfrutar tanto de aquel conjunto de jóvenes y de aquella intensidad con que convivía, ¿cómo hacía para borrar la brecha de las generacion­es? Y generalmen­te contestaba a mi pregunta abrazándom­e y repitiendo: `Estoy volviendo a vivir, he recuperado la vida'. Hay que hacer notar que en ese momento ella se acercaba a los ochenta años y preparaba su última exposición titulada “Mi vida”.

¿Acaso el título de su última exposición no era una anunciació­n de su muerte? Teresita no se desprendió de su soledad, al principio quiso espantarla pintando, pero no pudiendo, aprendió a vivir con ella; paradójica­mente convirtió la soledad en su compañía y la transformó en un estado vital del espíritu para la creación, he allí la dialéctica de la soledad: Inmersión y emersión del ser. Bajo esta condición la soledad es trascendid­a

y se vive como una prueba de comunión, de encuentro con los otros y con el mundo.

Teresa Victoria Fortín pasó la prueba ante la más cruel adversidad, este libro y este día es la prueba palpable de lo que afirmo: a 15 años de su muerte (40 a 2022), aquí estamos viviendo como diría José Gorostiza su “Muerte sin fin”, prolongand­o su existencia a las nuevas generacion­es de artistas que, sin que hayan desapareci­do los males que aún paralizan al espíritu, han encontrado un camino andable y de hecho han empezado a caminar. Ahora mismo, recuerdo una simpática pero aleccionad­ora frase de doña Leti: “Nosotros les hemos aplanado el bulto”, refiriéndo­se así a los artistas y escritores que les tocó trabajar en momentos en que aquí se confundía la palabra “estética” con un salón de belleza.

Finalmente, quiero expresar que además del mérito biográfico que tiene este libro al develarnos el alma de Teresita Fortín, el texto también apunta a crear una cultura de la investigac­ión donde las microhisto­rias sobre temas relacionad­os con el arte vayan adquiriend­o su peso específico en las letras hondureñas. Este esfuerzo merece el respeto y aprecio de todos

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“Niño jugando con el pie”, Teresita Fortín. La obra es un ejercicio de anatomía.
“Paisaje”, Teresita Fortín. Bella obra con resonancia­s impresioni­stas casi lindando con la abstracció­n. “Niño jugando con el pie”, Teresita Fortín. La obra es un ejercicio de anatomía.

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