Percepción
Es el conocimiento que uno adquiere de las cosas o de las acciones de terceros por medio de las impresiones que le comunican los sentidos. Las percepciones no necesariamente reflejan la verdad de los hechos porque estas giran alrededor de la opinión que se forma un sujeto sobre lo que observa o escucha. Las percepciones adquieren mayor importancia cuando sirven de base para tomar decisiones transcendentes en la vida de los humanos y por ello es que adquieren tanto valor, al punto que, como cualquier otra ciencia, se regulan por teorías y leyes.
Las teorías de las percepciones se remontan a tiempos de la Roma Imperial donde nació aquel dicho que reza “La mujer del César no solo debe serlo sino parecerlo”. Con el tiempo, en la persecución de una definición moderna del “ÉXITO”, se ha concluido que una clave para alcanzarlo es “SER NO SOLO APARENTAR”.
En política, las percepciones populares sobre el desempeño de sus autoridades cobran vital importancia para garantizar la gobernabilidad, pero, sobre todo, para determinar si los rumbos que fijan las políticas de Estado deben ser continuados, fortalecidos o corregidos.
Cuando un gobierno se enclaustra en sus propias casillas, desoye los clamores o rumores callejeros, pierde su propio rumbo obsesionado por las fantasías del poder y no se sale de aquellos anillos de acero que le aprisionan los sentidos, ese gobierno, por mucho respaldo electoral que haya logrado para encaramarse en el solo presidencial, va perdiendo imagen, credibilidad, confianza y sobre todo la fe de un pueblo que en un momento pensó que había encontrado la senda correcta hacia metas seguras de su propio desarrollo.
A cinco meses del ejercicio rojinegro, más rápido de la que nadie pudo imaginar el “régimen de la Esperanza” para una porción significativa del pueblo hondureño, ha ido perdiendo lustre aceleradamente, su Juana de Arco ya no es aquella mujer de temple esperanzador que prometía tomar con firmeza el timón de la nave del estado y conducirlo a puertos de bienestar humano. Las percepciones, do quiera que uno escudriñe, no le son favorables.
Según el Soberano, se perdió el mando de la nave. Un tal
“Comandante Vaquero” es quien decide y este, enfrascado en su estilo aldeano, tiene confundido al engranaje burocrático: donde secretarias de Estado, directores generales, etc., tienen pavor de tomar decisiones y de ayudar a empujar la carreta de este noble pueblo.
Los proyectos que generaban expectativas (sin soslayar la corrupción) están paralizados; viva la imagen de país corrupto, anárquico y desordenado; los colectivos y motorizados aterrorizando al pueblo, entrenándose no solo para exigir chambas sino también para convertirse en futuras manchitas bravas, grupos de represión popular; la jodedera de una Constituyente sobre la cual nadie confiesa para qué, incapaces de presentar un borrador de lo que se pretende, provocando así percepciones negativas.
El comunicado de la Conferencia Episcopal, LÉANLO, después no aleguen ignorancia
Un tal `Comandante Vaquero' es quien decide”.