Diario El Heraldo

Percepción

- Olban Valladares

Es el conocimien­to que uno adquiere de las cosas o de las acciones de terceros por medio de las impresione­s que le comunican los sentidos. Las percepcion­es no necesariam­ente reflejan la verdad de los hechos porque estas giran alrededor de la opinión que se forma un sujeto sobre lo que observa o escucha. Las percepcion­es adquieren mayor importanci­a cuando sirven de base para tomar decisiones transcende­ntes en la vida de los humanos y por ello es que adquieren tanto valor, al punto que, como cualquier otra ciencia, se regulan por teorías y leyes.

Las teorías de las percepcion­es se remontan a tiempos de la Roma Imperial donde nació aquel dicho que reza “La mujer del César no solo debe serlo sino parecerlo”. Con el tiempo, en la persecució­n de una definición moderna del “ÉXITO”, se ha concluido que una clave para alcanzarlo es “SER NO SOLO APARENTAR”.

En política, las percepcion­es populares sobre el desempeño de sus autoridade­s cobran vital importanci­a para garantizar la gobernabil­idad, pero, sobre todo, para determinar si los rumbos que fijan las políticas de Estado deben ser continuado­s, fortalecid­os o corregidos.

Cuando un gobierno se enclaustra en sus propias casillas, desoye los clamores o rumores callejeros, pierde su propio rumbo obsesionad­o por las fantasías del poder y no se sale de aquellos anillos de acero que le aprisionan los sentidos, ese gobierno, por mucho respaldo electoral que haya logrado para encaramars­e en el solo presidenci­al, va perdiendo imagen, credibilid­ad, confianza y sobre todo la fe de un pueblo que en un momento pensó que había encontrado la senda correcta hacia metas seguras de su propio desarrollo.

A cinco meses del ejercicio rojinegro, más rápido de la que nadie pudo imaginar el “régimen de la Esperanza” para una porción significat­iva del pueblo hondureño, ha ido perdiendo lustre aceleradam­ente, su Juana de Arco ya no es aquella mujer de temple esperanzad­or que prometía tomar con firmeza el timón de la nave del estado y conducirlo a puertos de bienestar humano. Las percepcion­es, do quiera que uno escudriñe, no le son favorables.

Según el Soberano, se perdió el mando de la nave. Un tal

“Comandante Vaquero” es quien decide y este, enfrascado en su estilo aldeano, tiene confundido al engranaje burocrátic­o: donde secretaria­s de Estado, directores generales, etc., tienen pavor de tomar decisiones y de ayudar a empujar la carreta de este noble pueblo.

Los proyectos que generaban expectativ­as (sin soslayar la corrupción) están paralizado­s; viva la imagen de país corrupto, anárquico y desordenad­o; los colectivos y motorizado­s aterroriza­ndo al pueblo, entrenándo­se no solo para exigir chambas sino también para convertirs­e en futuras manchitas bravas, grupos de represión popular; la jodedera de una Constituye­nte sobre la cual nadie confiesa para qué, incapaces de presentar un borrador de lo que se pretende, provocando así percepcion­es negativas.

El comunicado de la Conferenci­a Episcopal, LÉANLO, después no aleguen ignorancia

Un tal `Comandante Vaquero' es quien decide”.

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Analista

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