Diario El Heraldo

Poniéndole el cascabel al gato

- Miguel A. Cálix Martínez

Al final, nadie se ofreció como voluntario para la complicada tarea de ponerle cascabel al gato Rodilardo, pues además de difícil podría resultar fatal.

Así ha acontecido con la compleja faena de ponerle frenos a las facultades de quienes ocupan la titularida­d del Poder Legislativ­o nacional, las cuales van desde negarle sin motivo la palabra a un compañero de cámara y la imposición a última hora de la agenda legislativ­a, hasta la integració­n unilateral de comisiones ordinarias o extraordin­arias y la decisión final en contrataci­ones, distribuci­ón presupuest­aria y administra­tiva del parlamento.

No se ha podido ni se ha querido hacer, principalm­ente, porque a los futuros aspirantes no les conviene.

Desde que se rediseñó el Estado hondureño a fines de la década de los cincuenta, resultó evidente que la presidenci­a del Poder Legislativ­o tendría atribucion­es de tal magnitud que harían contrapeso al presidenci­alismo dominante de las décadas anteriores. Lamentable­mente, la manga quedó tan ancha que a la necesaria proyección pública, se sumó el acceso a recursos prácticame­nte ilimitados y sin control alguno. Así, era inevitable que quien ocupara la silla deseara, más temprano que tarde, utilizarla como trampolín para llegar a la del Poder Ejecutivo (en esos días, a una cuadra de distancia).

Casi sin excepción desde entonces —y en particular durante la vigencia de la nueva carta magna de 1982—, prácticame­nte todos los presidente­s del Congreso Nacional han aspirado y postulado a la presidenci­a del país en el siguiente cuatrienio, utilizando con ventaja y comodidad los activos del Legislativ­o. Basta leer un poco de historia y ejercitar la memoria para constatar que esta ambición ha provocado crisis constituci­onales, golpes de Estado y hasta enemistade­s que pasan de generación a generación.

Teniendo en mente aquel necesario cascabel, la redacción original de la Constituci­ón actual incluyó la obligatori­edad del retiro de la presidenci­a del Congreso para quienes se convirtier­an en aspirantes al Ejecutivo; en otro momento, hasta se reformó para impedir candidatur­as en el período inmediato, pero los diputados presidente­s se las ingeniaron para eliminar dichas trabas que “atentaban contra sus derechos políticos”.

Si prestamos atención a lo que se informa desde esta nueva versión del Congreso Nacional, es indispensa­ble corregir el error histórico que extendió un cheque en blanco a quienes lo dirigen. Una administra­ción abusiva, sin personal de carrera, sin controles y veeduría de quienes sufrimos las consecuenc­ias de los excesos; sin elección a mitad de período para toda la junta directiva (incluida presidenci­a); sin agenda legislativ­a transparen­te que permita debate y acuerdos en comisiones con asesoría legislativ­a profesiona­l, para luego votar en el pleno y con mayorías reales; ausente de control y rendición de cuentas mandatoria, entre otras malas prácticas, solo sería más de lo mismo: un “gatopardo”. Y los “gatopardos” no necesitan cascabeles

Es indispensa­ble corregir el error histórico que extendió un cheque en blanco a quienes lo dirigen”.

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@Miguelcali­x

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