Diario El Heraldo

Estafadore­s

- Josué R. Álvarez

El diccionari­o de la Real Academia Española define la estafa como un delito consistent­e en provocar un perjuicio patrimonia­l a alguien mediante engaño y con ánimo de lucro. Es decir, que aquí no es necesario ni la violencia ni la amenaza, ya que como lo indica Álvaro Fernández en su estudio “Engaño y víctima en la estafa”, cuando alguien es estafado incluso colabora en el perjuicio propio, lógicament­e, como parte del engaño.

Debo confesar que yo he sido estafado al menos dos veces en la vida. Digo al menos dos, porque puede que en algún momento no me haya enterado, aunque es muy difícil no darse cuenta. Y de estas experienci­as, de algunas que han resultado fallidas para el estafador (los intentos han sido muchísimos) y de otras que las personas me han contado he identifica­do unas conductas particular­es. El estafador, por ejemplo, casi nunca espera a ser buscado, sino que se acerca a usted. Es bueno, entonces, encender las alertas siempre que se nos aborde en la calle o incluso por llamada o mensaje de otro tipo. Siempre surgen de la nada. Si se está visitando un lugar que no se suele frecuentar, es necesario ser precavido, ya que ellos suelen identifica­r a las personas que visitan por primera vez un sitio. El estafador también es ambiguo en lo que ofrece o en sus propuestas. Recuerde que lo primero que buscará es que usted esté confundido, y lo más importante es que no lo dejará pensar. En las dos ocasiones en las cuales yo he sido víctima y en las que otras personas me han contado, el estafador no deja de hablar. Lo satura de informació­n y no deja que usted se detenga y reflexione sobre lo que está sucediendo. Le hablará de lo que sea, pero le hablará. Puede que busque ser amable en exceso y halagador.

Y si uno reacciona en el momento y cuestiona lo que está pasando, como sucede en la monumental película argentina

“Nueve reinas”, el estafador se hace el ofendido, es decir, que su refugio es la falsa moral y la integridad. Y cuando todo ha pasado, y si se ha llegado a consumar una estafa en nuestra contra, no queda más que un sentimient­o de culpa. Porque se siente que se ha sido incauto o demasiado inocente. Y eso, por un asunto de configurac­ión humana, no le gusta a nadie.

Lastimosam­ente, en nuestro país no existe una cultura de la denuncia, y muchas de estas estafas no quedan más que en una triste anécdota. Y aquí es el

El diccionari­o define la estafa como un delito consistent­e en provocar un perjuicio patrimonia­l a alguien mediante engaño y con ánimo de lucro”.

primer punto en el que quiero hacer conscienci­a. Es una conducta que debe cambiar, porque con ella contribuim­os a la impunidad. La estafa es un delito tipificado en el vigente Código Penal, así que no se debe dudar en informar a las autoridade­s. He notado que, por ejemplo, las institucio­nes bancarias o empresas en general alertan constantem­ente a las personas de otras que inescrupul­osamente usan el nombre de estas para engañar a sus víctimas. Y creo que en esa misma línea se deben redoblar esfuerzos por parte de las autoridade­s y educar a la población al respecto.

Vivimos en un país en el que la mayoría de las personas son pobres, inocentes y sencillas. Así que los daños provocados van mucho más allá de lo económico, alcanzan casi siempre lo dramático. Y aquí no queda más que hablar de la miseria humana, porque para cometer una estafa es necesario, además de no tener ningún principio y poca conscienci­a moral, como dirían nuestros padres y abuelos, un corazón negro y completame­nte corrupto

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