Las calles que perdimos
La calle ha sido históricamente un espacio de convivencia, de encuentro y sobre todo un espacio diseñado para los seres humanos. Con el paso de las décadas, esa idea original se ha ido modificando, al punto que para las nuevas generaciones la calle significa un lugar prohibido, por más de una razón. La calle, entonces, se ha reducido a una vía que conecta las casas con nuestros lugares de destino. La situación es entendible, pero no por ello deja de ser triste e incluso nociva.
Quiero hablar primero de las calles más cercanas a nuestros hogares. Muchas de ellas significan ahora un espacio peligroso. Son el lugar donde se suscitan asaltos, golpizas, secuestros, balaceras, violaciones, escándalos, peleas, insultos, reclutamiento para maras y pandillas, etcétera. Producto siempre de la violencia y delincuencia generalizada que se vive en nuestro país. Es la misma razón por la cual la arquitectura de los hogares ha sido modificada y ha visto convertirse el típico hogar latinoamericano abierto al mundo en un verdadero búnker. Y no se puede culpar a ningún padre, madre, hermano o hermana si no quiere que los pequeños salgan a la calle.
Como consecuencia, para jugar un poco los niños tienen que ir lejos, a un parque (si es que se puede en ellos también), a un centro comercial o a un complejo que permita que las personas puedan hacer alguna actividad física. Por ejemplo, no es muy común ver niños en bicicletas por las calles. Se los ha privado de una actividad tan divertida, sana y amigable con el medio ambiente. Lo mismo con las patinetas, los monopatines y otros parecidos.
En parte porque las bicicletas han desaparecido prácticamente de nuestro imaginario,
Seguimos construyendo calles para los automóviles, de hecho, sobre todo en el caso de Tegucigalpa, se han aplaudido administraciones por realizar esa labor”.
ya no somos capaces de imaginarlas seriamente como un medio de transporte; además de que nuestras ciudades, sobre todo sus calles, se han construido prácticamente para los automóviles, de manera exclusiva diría yo. Nos hemos confinado a las casas y a los centros comerciales, creo que hasta se le ha perdido el gusto a una actividad tan natural como caminar. En muchos barrios y colonias, sobre todo los más populares, pululan las mototaxis como medio de transporte alternativo.
Y el motivo de estas palabras no es la simple queja, sino para ponernos en perspectiva y pensar en lo lejos que estaríamos si quisiéramos recuperar la esencia de las calles, es decir, que deje de ser un lugar hostil y convertirlas en un lugar amigable para los seres humanos e incluso para los animales. Desde el punto de vista de la seguridad, del medio ambiente y de la convivencia. Siento que, en lugar de tener un poco más de espacio, cada vez tenemos mucho menos. Los restaurantes, los cafés y hasta las canchas para jugar fútbol las hemos metido detrás de los muros.
Seguimos construyendo calles para los automóviles, de hecho, sobre todo en el caso de Tegucigalpa, se han aplaudido administraciones por realizar esa labor, que es importante, pero no exclusiva de un buen gobierno municipal. Yo sé que se han tenido buenas iniciativas a través del tiempo, pero todas a medias, ninguna medida que de verdad comience un camino hacia unas ciudades soñadas, en la que las calles vuelvan a ser para nosotros. Como dije antes, estamos muy lejos, y si un día queremos llegar a tener esas ciudades que seguro muchos soñamos, no debemos dejar de pasar un día más