Diario El Heraldo

Violencia desbordada

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En sus discursos de campaña electoral, todos o casi todos los políticos alzan como una de sus principale­s banderas para atraer el voto popular el combate a la violencia y la insegurida­d y no se cansan de ofrecer que, una vez hechos gobierno, asumirán con responsabi­lidad el tema y garantizar­án a la ciudadanía la seguridad para sus vidas y sus bienes.

La oferta electoral no ha sido cumplida a cabalidad en los últimos años, en los que la ciudadanía se ve afectada por una creciente ola de violencia y delincuenc­ia que arrebata la vida a miles de ciudadanos, no importando su raza, su edad o su condición social.

Así lo reflejan los crecientes índices de homicidios y femicidios, las masacres, que siguen registránd­ose a lo largo y ancho del territorio nacional, aun en medio de un estado de excepción decretado para luchar contra las bandas criminales que acechan y atemorizan a la sociedad.

Carlos Gerardo Barahona (30), empleado por casi una década de un medio de comunicaci­ón de la Iglesia Católica, es una de las últimas víctimas.

Barahona fue asesinado esta semana cuando ingresaba a su hogar en la populosa colonia Kennedy de Tegucigalp­a; sus amigos y familiares dicen que él no tenía enemigos, que era un hombre trabajador que no le hacía daño a nadie.

Del confuso hecho, lo único que se sabe es que Carlos fue víctima de delincuent­es que robaron su vehículo, según las versiones preliminar­es de las autoridade­s competente­s, que tres días después del hecho, no han identifica­do —y mucho menos capturado— a los asesinos.

El caso de Carlos ni el de ningún otro hondureño y hondureña debe quedar impune, por lo que acelerar los procesos de investigac­ión e identifica­ción de los asesinos, para su respectivo juzgamient­o y castigo, debe ser una prioridad

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