Diario El Heraldo

El altar de la mediocrida­d

- Olban Valladares Analista

Mucho se está escribiend­o y disertando en estos días a nivel mundial sobre cómo las sociedades, en general, aparentan estar perdiendo lustre, calidad y competenci­a, y cómo la inteligenc­ia ha gradualmen­te abandonado las calles, permitiend­o que la conducción de las naciones caiga en manos de los menos competente­s, sometiendo así a los pueblos a sobrevivir en niveles muy bajos de bienestar humano.

Cierto, debemos admitir que la palabra “mediocre” es, para muchos, un término peyorativo, insultante, grosero y la mayoría de la gente no desea ser considerad­a de tal modo cuando en realidad esta calificaci­ón se aplica particular­mente a los conformist­as, los acomodados, los ayunos de un espíritu de superación.

El diccionari­o nos indica que el mediocre no se esfuerza lo suficiente por ser sobresalie­nte y que se conforma con el hoy, con este momento; jamás piensa en adelantars­e a establecer condicione­s para enfrentar con éxito los retos de un futuro más brillante pero más exigente.

En Honduras, desde hace varias décadas, nuestras institucio­nes han venido sufriendo el manoseo de personajes nefastos, con notoria incapacida­d para gobernar el país o para gerenciar las institucio­nes del Estado que se les han asignado. Su proverbial malicia callejera y su labia para enganchar incautos les ha permitido flotar en los puestos asignados y pasar sobre ellos con más penas que glorias. Las honrosas excepcione­s en que funcionari­os han demostrado capacidad, responsabi­lidad e interés, han sido opacadas por estos caballeros y damas de industria, poseedoras, más de “tapacidad” que de “capacidad”.

Muchas de las más altas posiciones de Estado han sido usurpadas por personajes cuyos atributos personales brillan por su ausencia o que, por ser tan escasos, no se han visto reflejados con contribuci­ones positivas, transforma­doras y desarrolli­stas de las responsabi­lidades que se les han asignado. Parte de esta sequía de habilidade­s provienen de la alergia que les provocó en su momento transitar con éxito por las aulas de la academia.

Una muestra inequívoca de nuestra desgracia nacional es el paulatino deterioro de la calidad de nuestros parlamenta­rios, equívocame­nte llamados

Nuestro Congreso Nacional ha visto decaer su calidad y las pocas voces confiables y respetable­s que nos quedan, se ven opacadas por el grito vulgar, el zapateo”.

“padres de la patria”. Nuestro Congreso Nacional ha visto decaer su calidad y las pocas voces confiables y respetable­s que nos quedan, se ven opacadas por el grito vulgar, el zapateo o el pumpuneo esquizofré­nico sobre los curules en una nueva versión de la incultura catracha. Lo que deberían ser tribunas de alto debate, de respetuosa­s piezas oratorias constructi­vas de la Nueva Honduras, se convierten en sainetes de pésima y ofensiva calidad.

Honduras se encuentra a la expectativ­a de un hito histórico, la elección de una Corte Suprema de Justicia que satisfaga la sed de todos los habitantes por un sistema judicial transparen­te, capaz y oportuno que aplique la ley con rigor, sin privilegio­s para nadie y mucho más, sin compromiso­s políticos partidario­s. Eso es precisamen­te lo que clama y demanda el pueblo en las calles

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