A un año del gobierno del socialismo democrático
No sé si el entusiasmo con el cual votó la mayoría de la población por la actual presidenta de la nación, Xiomara Castro de Zelaya, estaba determinado por las expectativas que generaba su programa de gobierno o estaba motivado por el hartazgo sobre un gobernante que había sometido a la nación al mayor de los descréditos por sus actos de corrupción y su involucramiento en actividades ilícitas del crimen organizado.
En un proceso electoral entran en juego todo tipo de motivaciones, aun cuando la calidad de los políticos y de la política en la coyuntura actual hayan perdido confianza. En los últimos tiempos se está votando más en contra de lo que se tiene, sin tener certeza de lo que vendrá, y por eso ningún líder político debe sentirse cómodo por los resultados en las urnas.
En el programa de la gobernante se establece como tarea la construcción del “Estado Socialista Democrático”. Luego de la declaración de la naturaleza del gobierno, se señalan algunos elementos que se suponen darán fundamento a la declaración, diciendo que el programa se propone “cambiar el sistema obsoleto” para ser sustituido por una democracia participativa, y refundada sobre criterios renovados, nacidos del debate general.
“Ese pacto nuevo −se refiere al socialismo democrático− solo puede forjarse en una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), la misma se convocará el primer día de gobierno”. A un año de haber asumido la nueva administración, no ha habido convocatoria a la ANC y, por el contrario, el coordinador de Libre, Manuel Zelaya, ha dicho en reiteradas ocasiones que no hay condiciones para la instalación de esta. En esas condiciones, si no se ha dado la instancia organizativa de donde surgiría el socialismo democrático, como consigna principal de la gobernante, es contradictorio que en actos públicos nacionales e internacionales se siga afirmando la condición de un gobierno adscrito a un régimen socialista.
Toda norma es precedida de hechos sociales, en consecuencia, no es adecuado establecer la naturaleza de un sistema económico por decreto, sin que este haya sentado las bases de su desarrollo. Por ahora, lo del socialismo democrático es un asunto de retórica, no hay acciones que demuestren que está en marcha, en el país, un nuevo sistema económico social.
En una sociedad como la de Honduras, basada en una economía de débil desarrollo, dependiente y con resabios feudales, por más que se luche por un ideal de justicia, es improbable que se sienten las bases para una sana distribución de riqueza y resolver los ancestrales niveles de pobreza.
Otros líderes de izquierda en América Latina, como Gustavo Petro, tienen otro enfoque, al decir que en un país como Colombia −con un mayor desarrollo que Honduras− lo primero que hay que hacer es desarrollar el capitalismo, para lo cual ha llamado a un gran diálogo a todas las fuerzas sociales y económicas de aquel país.
En Honduras hace falta ese diálogo con todos los sectores económicos y sociales no comprometidos con la corrupción y el crimen organizado
Hace falta ese diálogo con todos los sectores económicos y sociales no comprometidos con la corrupción y el crimen organizado”.