Democracia interna partidaria
Factores tales como el verticalismo, en que las directrices emanan de las cúpulas jerárquicas, aunado al autoritarismo caudillista, el excesivo centralismo, las estructuras internas rígidas, de carácter piramidal, la centralidad del poder, se combinan, de manera negativa, impidiendo la necesaria e impostergable democratización interna.
Esta debe involucrar activamente a las instancias locales, municipales, no olvidando que las autoridades de los gobiernos municipales pueden ser reelectas consecutivamente, lo que facilita la formación de una agenda municipal por parte de los partidos.
Tanto los partidos históricos como los nuevos, por igual, deben percatarse del cada vez más decreciente grado de confianza que les brinda la ciudadanía, extensivo al Poder Legislativo, Judicial, el gobierno central, ello debido a que no ofrecen soluciones viables a sus múltiples y cotidianas problemáticas existenciales.
Así, el grado de alienación colectivo y desgaste político va en aumento, agravado por la crisis de liderazgos receptivos, transparentes, honestos, atentos al sentir y pensar de las bases y no de espaldas a ellas; lo que se da es su manipulación para promover intereses de facciones al igual que el reparto de cuotas de poder, de conformidad al poder económico con que cuentan y/o reciben por parte de donantes, empresas, grupos de interés, cuyos fondos en ocasiones son de procedencia ilícita, emanados del crimen organizado y del lavado de activos.
Los partidos minoritarios compiten en situación de desventaja respecto a los tradicionales, al no contar con suficientes recursos humanos y financieros, lo que los coloca en desigualdad de condiciones, por ejemplo en el acceso a espacios publicitarios en los medios de comunicación.
Renovarse integralmente o desaparecer: he allí el dilema