De la crisis de la democracia a la crisis de los partidos políticos
de ser soporte de la democracia en su forma presente”. Lo señalado tiene una vigencia casi aplicable a la generalidad de las naciones donde la democracia representativa se convirtió, por mucho tiempo, en moneda de curso legal.
Los partidos políticos, en general, se han convertido en maquinarias electorales, se activan cada vez que el calendario político fija fechas para la elección de presidente, diputados y alcaldes municipales. Las personas elegidas en los procesos comiciales, una vez que toman posesión de sus cargos, ejercen su responsabilidad de forma individual y el partido con el cual llegaron a ocupar puestos públicos queda relegado. Se gobierna en nombre de un partido político pero el partido en sus instancias de dirección no es consultado. La dirección y responsabilidad colectiva se ha perdido. En el caso de Honduras hay un buen ejemplo; en nombre del Partido Nacional se gobernó al país durante 12 años consecutivos, en tres periodos gubernamentales, nunca se conoció las directrices que el partido dio a sus representantes en temas de interés general relacionado con políticas públicas, principios programáticos y doctrinarios. Ahora, a ese partido le toca asumir las consecuencias, como organización de derecho público, de todos los despropósitos y actos de corrupción, sobre todo en la administración de Juan Orlando Hernández, que no solo defraudó al Estado, también le arrebató la posibilidad de gobernar a futuro al partido. En el último informe de Latinobarómetro del 2023, cuyo título es la Recesión Democrática de América Latina, se constata que la recesión se expresa en el bajo apoyo que tiene la democracia, el aumento de la indiferencia al tipo de régimen, la preferencia y actitudes a favor del autoritarismo, el desplome del desempeño de los gobiernos y de la imagen de los partidos políticos, sin que los mismos tenga la capacidad de recuperarse de los daños éticos y morales producidos.
Por primera vez, dice la investigación, a los encuestados se les preguntó acerca de si “los partidos políticos funcionan bien”, la respuesta fue contundente en contra de los partidos: el 77% está en desacuerdo con la afirmación, en contraste con solo el 21% que coincide con ella. No hay ningún país de América Latina, dice la investigación, donde los ciudadanos perciban mayoritariamente que los partidos políticos funcionan “bien”. El deterioro de la democracia erosiona la vida partidaria