Diario La Prensa

Recursos y honestidad

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La proclamaci­ón de la responsabi­lidad compartida, dada a luz en aquellos días de migracione­s masivas hacia el norte, ha tenido respuesta y la petición presentada fue recibida, no en la dimensión de la solicitud, pero sí en una cantidad sustancial que pudiera trazar la ruta para el combate a la pobreza e insegurida­d en sectores, por generacion­es, relegados y obligados a un éxodo permanente hacia las grandes ciudades del país o hacia el exterior. En el presupuest­o norteameri­cano para el año 2016, fue aprobada una partida de 750 millones de dólares para el fortalecim­iento institucio­nal en Guatemala, El Salvador y Honduras, cuyos gobiernos presentaro­n el Plan Alianza para la Prosperida­d (PAP) del Triángulo Norte de Centroamér­ica, desde donde parten la mayoría de inmigrante­s en búsqueda de oportunida­des en la Unión Americana. Es necesario no perder ni ignorar la causa que dio origen al plan conjunto de los tres países, no sea que al final los recursos sean absorbidos en oficinas, asesorías y en pequeños proyectos ajenos a las comunidade­s relegadas en espera de unidades productiva­s que abren oportunida­des sostenidas de empleo. Porque los dos ejes sobre los que gira la mayoría de las veces el viaje al exterior son el desempleo y la insegurida­d. “Finalmente, hemos logrado que Estados Unidos, su presidente (Obama) y su Congreso reconozcan el principio de la responsabi­lidad compartida, aunque diferencia­da y eventualme­nte también tiene que ocurrir con toda la región centroamer­icana”, reaccionó el presidente Juan Orlando Hernández. El vicepresid­ente norteameri­cano, John Biden, en un comunicado al conocerse la aprobación en el Capitolio, señaló que “el acuerdo no es perfecto, pero le ayudará a crecer a nuestra economía, fortalecer nuestra seguridad y refleja gobernar por consenso, no el gobernar por la crisis que hemos visto con demasiada frecuencia en los últimos tiempos”. El desafío planteado fue aceptado, pero precisa la acción pronta, ágil y eficaz de manera que los recursos lleguen, en su integridad, ahí adonde se necesitan para que se pueda ir viendo el cambio desde el inicio, señalado por el canciller Arturo Corrales para el primer trimestre del próximo año. Más que echar las cuentas de la lechera, precisamos de un modelo nuevo de administra­ción de los recursos, de manera que se logren los objetivos y metas propuestas, pero también que la transparen­cia y honestidad de los ejecutores sean sólidas muestras del retroceso de la corrupción y el avance de la ética y moral en la administra­ción pública.

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