Diario La Prensa

Teofilito estuvo vendiendo sus libros antes de morir

Ese día, el escritor había estado vendiendo sus libros frente a la Municipali­dad de Choloma A los 45 años obtuvo el diploma de sexto grado por medio de un programa radiofónic­o

- Renán Martínez renan.martinez@laprensa.hn

CHOLOMA, CORTÉS. La última perra de Teofilito la contó un sobrino suyo en el velatorio del popular campesino con ribetes de escritor. Contó Jo sé Luis Canales que platicando con su tío sobre la pavimentac­ión de una de las calles de acceso a su colonia en los altos de Quebrada Seca, él rápidament­e inventó una de sus perras. “Estoy tan feliz que ya mandé a comprar un par de tenis conba lineras y rodaje para bajar más rápido”, dijo con seriedad. Hacia esa colonia se dirigía el pasado viernes cuando al cruzar la carretera fue atropellad­o por una motociclet­a que circulaba con rumbo a Puerto Cortés. Había estado frente a la Municipali­dad de Choloma vendiendo sus libros, luego de lo cual abordó un bus para dirigirse a Quebrada Seca ubicada en la margen izquierda de la carretera que conduce al puerto. Iría directo a la escuela de la colonia porque su nieta Blanca de 10 años le dedicaría una poesía durante un acto en honor a los padres. Nunca llegó porque al bajarse de la unidad y tratar de cruzar la vía apareció la motociclet­a. Era tan bromista que una vez su mujer no le creyó cuando le dijo que no podía levantarse de la silla, que lo llevara a la cama chineado. Luego ella se dio cuenta que estaba sufriendo de una afección en la columna vertebral.

Sueño infantil. Fue conocido por su lucha a favor de los campesinos y por sus famosas perras que dejó plasmadas en cinco libros. Por él hay una gran cantidad de empresas asociativa­s y cooperativ­as campesinas, pero él no tenía ni una manzana de tierra, comentó la abogada Blanca Valladares que lo acompañó en su lucha.

Sin embargo, se fue con el gusto de haber viajado a países como Alemania, Holanda, Suiza y España gracias a las invitacion­es que le hacían organizaci­ones internacio­nales que conocían su trayectori­a de dirigente y escritor. Comenzó contando historias salidas de su imaginació­n a sus compañeros durante los viajes que hacía para liberar a campesinos presos por la lucha de tierras. Luego deci- dió escribirla­s a petición de mucha gente que gozaba con sus ocurrencia­s. Teofilito comenzó escribiend­o a mano en una rústica mesa de su casa. Fue por 1988 cuando Editorial Guaymuras le pidió trasladar todos los apuntes que venía realizando en cuadernos desde los años setentas y colocarlos en la imprenta, es así como aparece la primera obra Las perras de Teofilito, fue increíble, se agotó el primer tiraje. Y eso que no había terminado la primaria. Como en el campo bananero donde nació no había primaria completa llegó hasta tercer grado. Su papá al ver que ya no podía seguir en la escuela le dio un machete, sombrero de paja, un calabazo con agua y lo puso a trabajar a su lado. Por ese tiempo tuvo el sueño de escribir un libro de poesía y no de perras. Con el dinero que le daba su papá por ayudarle a sembrar maíz, frijol y plátano se compraba cuadernos para escribir las historias que le venían a la mente. Cuando estaba en la escuela, los niños le hacían rueda para escuchar sus cuentos sobre reyes, gigantes y sin faltar las mil y una historias de Tío Coyote, Tío Conejo, El Duende, El Cadejo y La Sucia.

Religioso. Las andanzas en el movimiento campesino le ocasionaro­n estar preso, aguantar represione­s y sufrir una depresión que casi lo lleva al suicidio; pero la voluntad de ser escritor del pueblo pudo más, comentó en una ocasión. Aunque últimament­e estaba padeciendo de la vista, se desempeñab­a como secretario del grupo de Empresas Asociaciti­vas La Fortuna. Debido a su afección en uno de sus ojos no pudo asistir a los funerales de su gran amiga y compañera de ideales, la ecologista Bertha Cáceres, recié ultima da en La Esperanza, Intibucá. Era un hombre de iglesia, no le faltaba La Biblia en su maletín, como no le faltaba su caracterís­tico sombrero de mimbre, el mismo que quedó tirado en el pavimento al ser atropellad­o por aquella motociclet­a.

En sus años mozos Su fuente para nutrirse de perras fue la experienci­a que tuvo en los campos bananeros de la Tela Railroad Company.

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