¡Quiero ser diputado!
Quiero ser diputado a como dé lugar, pues ha sido mi sueño desde que participo en política, afirma un común ciudadano correligionario de cualquiera de los partidos existentes en Honduras. Y tiene justo derecho de acuerdo con la raquítica capacidad y negligente función que tienen la mayoría de los 128 diputados que conforman el Congreso Nacional de la República. Pues el pueblo hondureño se siente huérfano y refuta que les nombren “padres de la patria”, ya que la mayor parte son “padrastros irresponsables”. En primer lugar, porque los cinco requisitos básicos que reza el artículo 198 de la Constitución de la República, para ser legislador, solamente son los siguientes: ser hondureño por nacimiento, haber cumplido 21 años, estar en el ejercicio de los derechos de los ciudadanos, ser del Estado seglar y haber sido miembro del algún partido político no menos de cinco años. Debido a estas desnutridas exigencias es que en Honduras cualquier persona de baja educación puede llegar a calentar las butacas de ese hemiciclo y solamente llegar a menear la cabeza de un lado y para el otro, tomar café y hasta para irse a dormir o a que lo duerman con tantas leyes que desconoce y dañan al pueblo, y en especial a la población del departamento que representa. Están los “diputados chamberos” que toman esos compromisos como puestos de trabajo o para sacar provecho de intereses personales o exclusivamente para los partidos a que pertenecen. Los “diputados dinosaurios”, que han envejecido en esos puestos y se atreven a la actual reelección presentando imágenes añejadas o rejuvenecidas con la magia del Fotoshop. Una ofensa para la sapiencia del pueblo, acompañada con discursos hipócritas y canciones ridículas que confirman su pobreza intelectual y malévolas intenciones ¡Hay razón que en Honduras cualquiera es diputado...!