La naturaleza, su vida
Esta mañana volaron cien loras sobre el campo de golf en colorido homenaje al hombre que estamos despidiendo. Los árboles en Lancetilla inclinaron sus copas y el viento hizo aplaudir sus hojas marcando el paso por esta tierra de uno que los amó y los protegió durante toda una vida. En su manera sencilla y humilde, John Dickson fue uno de los grandes hombres que nos han hecho el honor de llamar a Honduras su segunda patria. Vino a nuestro país siendo un jovencito recién graduado de la universidad. Aquí se enamoró de una muchachita pizpireta originaria de La Jigua, Copán. La muchachita de La Jigua y el gringuito de Carolina del Sur fundaron una de las familias más respetadas y más queridas de esta comunidad, y durante los siguientes 61 años vivieron en este rincón del mundo y cada día de todos esos años los Dickson hicieron su contribución para el bienestar de La Lima. Cada vez que Mr. Dickson sembraba y cuidaba sus árboles, nuestro oxígeno se enriqueció. Cada vez que Mr. Dickson les mostraba sus colecciones de insectos, de hojas y semillas, su colonia de tortugas a los niños de las escuelas, ellos se enriquecían con sus conocimientos y se nutrían de su amor por la Naturaleza. Anoche les pregunté a niños, ahora hombres y mujeres profesionales, qué era lo que más recordaban de Mr. Dickson. Gracias a Internet, todos me contestaron a los pocos minutos. Mark Rowe, desde Austin, Texas: “Su humildad, su gentileza y su amor contagioso por la naturaleza serán algo que muchos de nosotros jamás olvidaremos”. Y Laura Villeda, desde Tegucigalpa: “Lo que yo aprendí y vi de niña en casa de mi amigo y compañero Iván, lo he trasmitido a mis alumnos en todo Honduras —ellos conocen también a Mr. Dickson a través de las historias de cómo llegaron los geckos, y la primera vez que “vi una boa vivita y coleando”. Marisol Guerra, desde DesMoines, Iowa: “Todas las comunidades del mundo deberían tener su propio Mr. Dickson. ¡Fuimos tan privilegiados! (Continúa). MARTA COLLART THOMPSON