Buscando a suficientemente bueno
Una película de animación que me gusta mucho es la de Finding Nemo (Buscando a Nemo). Marlin y Coral son una pareja de peces payaso, los cuales esperan el nacimiento de sus más de cuatrocientos huevos. Viven felices hasta que una barracuda hambrienta amenaza con devorarlos. Coral intenta proteger los huevos y Marlin queda inconsciente en el ataque. Al despertar, se entera de que Coral y sus hijos habían muerto en la embestida a excepción de uno de ellos, Nemo. Con el tiempo Marlin se vuelve un padre sobreprotector a causa del suceso con la barracuda, llegando al extremo de avergonzar a Nemo durante una excursión escolar. Esto se convierte, entonces, en la excusa adecuada para desobedecer, escapándose del arrecife hacia mar adentro. Hagamos un alto aquí. ¿No es esto un despropósito? El escape del arrecife era lo que menos quería el papá de Nemo, pero eso fue lo que pasó al fin de cuentas. ¿Por qué? Porque los niños no necesitan la perfección de los adultos para madurar, para decidir correctamente. Donald Winnicott lo explica de esta manera: “Perfección en la crianza de niños es problemático porque los adultos, empeñados en suplir todas sus necesidades, inevitablemente terminan intentando anticiparlas leyendo sus mentes. Aun si los adultos-padres están en lo cierto, demasiada lectura de mentes puede ser un deservicio para los niños, cuyos procesos de leer sus propias mentes, conocer sus propias necesidades y expresar sus propios deseos pueden hacer corto circuito”. ¿Qué sería lo correcto? Moverse lo más rápido posible de la perfección-sobreprotección a ser suficientemente bueno. Esto es, estar ahí pero sin crear la percepción en el niño de que lo bueno de la vida consiste siempre en conseguir que sus necesidades sean satisfechas por otras personas. “Les damos a los niños un regalo —dice Winnicott— al dejarlos descubrir con prontitud el placer que viene al ocasionalmente asumir el reto de satisfacer sus necesidades y esforzarse para lograrlo”. Y a ellos les encantan los regalos.