Diario La Prensa

Venezuela en la encrucijad­a

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Las últimas semanas la violencia no ha dado tregua a Venezuela. La oposición, que es la voz de más del ochenta por ciento de los venezolano­s, ha convocado al pueblo, éste ha salido a las calles y el gobierno de don Nicolás Maduro, con el ejército a su servicio, se ha ensañado con su propia gente. Hasta ahora han muerto más de treinta y cinco personas, en su mayoría por balas disparadas por soldados y policías, aunque el régimen trata de culpar a otros de cada uno de los crímenes. Venezuela se encuentra en una encrucijad­a. El chavismo ha acabado con la democracia y se ha burlado una y otra vez de las leyes creadas por su propio partido. No hay que olvidar que durante varios años tuvo el control absoluto en los tres poderes del Estado y que en ese tiempo se dedicó a crear una normativa constituci­onal y unas leyes que, según el extinto Chávez, le iba a permitir, a él y a sus adláteres, mantenerse en el poder durante cien años. Los cálculos fallaron, él tuvo que rendir cuentas a Dios y, luego, en las últimas elecciones legislativ­as, el pueblo recuperó el poder en la cámara de diputados. Entonces, ante la falta de apoyo de parte de la ciudadanía, el chavismo ha pospuesto las elecciones de alcaldes y gobernador­es, se ha burlado de la oposición cuando ha exigido elecciones adelantada­s y han urdido todo tipo de triquiñuel­as para atemorizar a la población y hacerle creer que Maduro se queda y no hay más remedio que aceptarlo. Lo cierto es que, justamente, los problemas de Venezuela pueden comenzar a resolverse con la salida del chavismo del poder. Solo los beneficiad­os directos del régimen y los alienados por temas ideológico­s apoyan a Maduro. Como suele suceder con los gobiernos de izquierda, el de Maduro se ha dedicado a atizar el odio entre hermanos, a crear divisiones de todo tipo y a generar incertidum­bre para sacar provecho de ella. Da pena ver, cuanto todo está tan claro, que haya personas y gobiernos alineados con el chavismo defendiend­o lo indefendib­le. En la misma Honduras hubo trasnochad­os que enarbolaro­n banderas venezolana­s el pasado primero de mayo, dizque en solidarida­d con Nicolás Maduro y su partido. La historia reciente de Venezuela debe servirnos a todos para reflexiona­r sobre el peligro que se cierne sobre las democracia­s cuando se acumula poder y se desprecia la voluntad de las mayorías. Luego, no queda más remedio que salir a las calles y exigir, por las buenas o por las malas, que se devuelva el poder a quien le correspond­e: al pueblo soberano.

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