¿Qué le pasa a Europa?
dounidenses: atención de la salud de alta calidad garantizada para todos, una generosa licencia con goce de sueldo para los padres nuevos, educación infantil universal y mucho más.
Por último, pero no menos importante, Francia – quizá debido a estas diferencias políticas, quizá por otras razones – no está experimentando nada comparable al colapso social que parece estar atribulando a gran parte del Estados Unidos blanco. Sí, Francia tiene grandes problemas sociales; ¿quién no? Sin embargo, muestra pocos síntomas de un aumento en “las muertes por desesperación” – mortalidad por drogas, alcohol y suicidios – que Anne Case y Angus Deaton han mostrado que están ocurriendo en la clase trabajadora blanca en Estados Unidos.
En resumen, no se puede decir que Francia sea una utopía, pero, según la mayoría de los estándares, está ofreciendo a sus ciudadanos una vida bastante decente. Entonces, ¿por qué hay tantos que están dispuestos a votar por – de nuevo, no usemos eufemismos – una extremista y racista?
Sin duda que existen múltiples razones, especialmente la ansiedad cultural por los inmigrantes islámicos. Sin embargo, parece claro que los votos por Le Pen serán, en parte, votos de protesta en contra de lo que se percibe que son funcionarios despóticos y desfasados que rigen a la Unión Europea. Y, desafortunadamente, esa percepción tiene un elemento de verdad.
A quienes hemos observado a las instituciones europeas lidiar con la crisis de la deuda que comenzó en Grecia y se propagó por gran parte de Europa, nos impactó la combinación de insensibilidad y arrogancia que prevaleció todo el tiempo.
Aun cuando Bruselas y Berlín se equivocaron una y otra vez sobre la economía – aunque la austeridad que impusieron fue tan desastrosa económicamente como advirtieron los críticos – siguieron actuando como si conocieran todas las respuestas, que cualquier sufrimiento en el camino era, en efecto, un castigo necesario por los pecados pasados.
Políticamente, los eurócratas se salieron con la suya con este comportamiento porque fue fácil intimidar a los países pequeños, demasiado aterrados para quedarse fuera del financiamiento del euro como para resistirse a demandas inaceptables. Sin embargo, la elite de Europa estará cometiendo un terrible error si cree que puede comportarse en la misa forma con los grandes jugadores.
En efecto, ya hay indicaciones de desastre en las negociaciones que se están realizando entre la Unión Europea y Gran Bretaña.
Me habría gustado que los británicos no hubieran votado por el “brexit”, que debilitará más a Europa y hará más pobre a su propio país. Sin embargo, funcionarios de la Unión Europea suenan cada vez más como un cónyuge rechazado, determinado a infligir el máximo daño en un acuerdo de divorcio. Y esto es locura llana. Nos guste o no, Europa tendrá que vivir con una Gran Bretaña posterior al “brexit” y la intimidación al estilo griego simplemente no va a funcionar con un país tan grande, rico y orgulloso como el Reino Unido.
Lo que me trae de vuelta a las elecciones francesas. Deberíamos estar aterrados ante la posibilidad de una victoria de Le Pen. Sin embargo, también debería preocuparnoas que Bruselas y Berlín crean que un triunfo de Macron significa que el “brexit” fue una aberración, que siempre se puede intimidar al electorado europeo para consentir con lo que los superiores dicen que es necesario.
Así es que seamos claros: aun si se evita lo peor este domingo, todo lo que obtendrá la elite europea será una oportunidad por tiempo limitado para enmendar su comportamiento.