La generación más provida
Tengo en mis manos un documento titulado “La realidad del embrión humano en los primeros quince días de vida”, de la Dra. Natalia López Moratalla, directora del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra. En este documento científico se afirma que desde el mismo momento de la concepción, el óvulo fecundado es un organismo diferenciado, un ser humano con estructura genética propia distinta a la del padre y la madre. El Dr. José Mario López, experto salvadoreño en bioética, me decía hace unos días que actualmente existe el siguiente consenso en el mundo científico: “desde el primer instante del cigoto (fase unicelular del individuo) ya podemos hablar de la realidad maravillosa de un niño no nacido”. El avance de las técnicas de imagen incluso permiten verlo con nuestros propios ojos. El Dr. Francisco J. Contreras dice: “Si el vientre materno fuera transparente, ninguna mujer sería capaz de abortar”. El avance vertiginoso de los medios de comunicación hace ver más claro para las nuevas generaciones el asunto del aborto. Cada vida humana es intrínsecamente valiosa. Dignidad que no admite mayor o menor grado en función de su desarrollo físico, sexo, salud o raza. Este es uno de los pilares fundamentales de la democracia. Cuando en una sociedad, el destino de unos (vida o muerte) está en las manos de otros, esa sociedad está condenada a desaparecer. La historia lo confirma en diversas ocasiones; cuando existen relaciones de dominio de unos sobre otros, tales como en la época de la esclavitud, por ejemplo, a la larga se establecen injusticias tan profundas que minan radicalmente las condiciones básicas de convivencia. La paz y la justicia se vuelven bienes cada vez más inalcanzables. En los países en donde se aprobó el aborto, en lugar de significar una conquista de libertad para la mujer resultó en un arma más para el dominio y abuso de los hombres sobre las mujeres.