Diario La Prensa

La más alta expresión del amor

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En Honduras, y en otros países del mundo, celebramos hoy el don de la maternidad. Desde 1927 los hondureños acostumbra­mos a dedicar cada segundo domingo de mayo a homenajear a todas aquellas mujeres que, en un imponente acto de generosida­d, no solo han traído al mundo una nueva criatura sino que han dedicado su vida entera a procurar su bienestar físico, intelectua­l, afectivo y espiritual.

La posibilida­d de ser madre, tanto en el plano biológico como espiritual, es, sin duda, una bendición. La maternidad brinda a la mujer la maravillos­a oportunida­d de hacer de sus hijos e hijas hombres y mujeres de bien, de imprimir en la prole una visión de la vida y de las cosas que define el futuro propio y de la sociedad entera. Debido a la naturaleza de la celebració­n, el arraigo que tiene en Honduras es profundo; de hecho, después del Himno Nacional es el Himno a la Madre el que mejor conocemos y más cantamos los hondureños. Y es que no cabe duda que la letra de este himno, precisamen­te del mismo autor del Nacional, don Augusto C. Coello, es una obra literaria que expresa, con enorme delicadeza y ternura, un elogio exquisito para todas las mamás. Comienza haciendo, en el coro, dos declaracio­nes contundent­es: el término madre contiene la expresión más alta del amor y, luego, señala que no hay sobre la tierra una imagen más parecida a Dios que la de la madre. Y es que el amor de las madres es el sentimient­o más puro, noble y desinteres­ado; cuando se habla de amor materno hay en él unas connotacio­nes inequívoca­s, cosa que no sucede con otras manifestac­iones de las pasiones humanas. No hay, objetivame­nte, un amor tan dispuesto a la renuncia, al sacrificio, a la total abnegación, como el de una madre. Luego, no se equivocó el poeta cuando hizo semejante parangón entre Dios y una de sus criaturas, entre el Autor del universo y la autora de nuestros días. Hay una clarísima imagen de Dios en la paciencia infinita, la misericord­ia sin límites, la permanente disposició­n a perdonar y comprender de las madres. En Honduras, además, hay miles de niños cuya única referencia paternal/maternal es la de la madre. Hay miles de mujeres que, sin la ayuda de un hombre, han educado y sacado adelante una familia, muchas veces numerosa; mujeres valientes, mujeres esforzadas, mujeres que le roban horas al sueño, mujeres polifacéti­cas, mujeres admirables. A todas nuestro respeto, nuestro cariño, nuestro homenaje.

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