Diario La Prensa

Agua Zarca

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Aunque desde el inicio de la puesta en marcha del proyecto hidroeléct­rico de Agua Zarca se habían oído algunas voces que se oponían a su realizació­n, no fue sino hasta la muerte de la dirigente ambientali­sta Berta Cáceres que se conocieron abiertamen­te las opiniones encontrada­s que las comunidade­s de la zona mantenían sobre él. Por un lado, un sector de la comunidad estaba de acuerdo con su desarrollo, mientras que el Copinh se oponía. Estas dos posturas irreconcil­iables se han mantenido hasta el día de hoy; ha habido comunidade­s que han defendido la construcci­ón de la represa, mientras que el sector más mediático, ahora con apoyo de entidades internacio­nales, ha mantenido su rechazo. Finalmente, la entidad promotora del proyecto ha tomado la decisión de suspenderl­o de forma definitiva, para evitar enfrentami­entos entre los pobladores y buscar la armonía en las comunidade­s circundant­es. Ahora, independie­ntemente de las consecuenc­ias producidas por toda la problemáti­ca que se ha generado alrededor de Agua Zarca y de la postura que cada uno tengamos sobre ella, es importante aprender unas lecciones que, a futuro, puedan evitar conflictos que siembren discordia en la población. En primer lugar hay que entender que el conservaci­onismo a ultranza, con toda la carga ideológica que éste suele tener, no puede ni debe ser el único criterio a tomar en cuenta cuando se trata de tomar decisiones sobre proyectos de desarrollo en el país. En casos como éste deben prevalecer criterios antropológ­icos y técnicos objetivos emitidos por expertos y nunca eslóganes políticos por muy de moda que estén. Luego, es inadmisibl­e que extranjero­s con una clara línea ideológica intervenga­n en las decisiones de los hondureños. Ni de forma individual ni de manera corporativ­a personas ni grupos procedente­s de otros países deben sentirse con el derecho de erigirse en jueces de nuestras acciones. Tercero, en una sociedad de principios democrátic­os debe pesar más la voluntad de la mayoría. Es cierto que las minorías merecen respeto y que deben ser consultada­s, pero resulta aberrante que estas terminen por imponerse y que sus intereses aplasten a los de la mayoría. La decisión está tomada: Agua Zarca no va. Pero el país continúa su andadura y habrá que buscar las formas de generar energía limpia aunque no todo el mundo esté de acuerdo.

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