El día después
La hora de la verdad para los hondureños retumbó ayer en las urnas, ahora, tras el paréntesis de unas semanas, el reloj comienza a marcar cuatro años durante los cuales debieran desaparecer las palabras y las promesas para que las iniciativas, los esfuerzos y los recursos respalden las acciones, puesto que el soporte de los mensajes deben dejar el bla, bla, bla... y presentar, desde el primer día hechos que, como señala la sabiduría popular, hablan por sí mismos o con la misma urgencia aquello de “obras son amores y no buenas razones”. No hay que comer ansias, aconsejan, pero son tantas las oportunidades desaprovechadas y tan inmensas las necesidades que las 24 horas del día serán pocas. El comportamiento en la jornada electoral es un mandato no solo claro sino exigente, urgente y obligatorio de consolidar los logros obtenidos. Con la mirada en el horizonte en el que brilla el anhelo de los hondureños: seguridad, educación, salud, vivienda y empleo, de manera que el mejoramiento en la calidad de vida sea el medidor fiel del nivel de progreso y no las frías cifras y estadísticas de una macroeconomía que no termina de aterrizar en las personas, en las familias, en los centros de trabajo como fuentes de oportunidades de empleo. Al momento de la redacción de esta columna editorial todavía no se conocía el resultado provisional, la tendencia de la votación, pero lo ejemplar de este nuevo último domingo de noviembre, como cada cuatro años, es una muestra más de la convivencia entre la mayoría de los hondureños que prevalece pese a las diferencias expresadas sobre candidatos y partidos, pues hoy, lunes, como dice la canción “el sol nace para todos” y la vida con deseos de mejorar seguirá. Lo cual no debe traducirse en el olvido o desdeño de la responsabilidad de cada uno de los hondureños en participar en los acontecimientos nacionales, pues en la jornada de ayer la representación que surge de las urnas no anula la obligatoria participación ciudadana. Ahora, ya con tranquilidad, con el optimismo que proporciona la convivencia civilizada y respetando el derecho cada uno mediante la tolerancia y el entendimiento se pasa página, aprendida la lección, y se prepara, hasta el mínimo detalle, el siguiente capítulo en el que las primeras líneas se destinen a la lucha contra la impunidad y la deshonestidad de arriba hacia abajo para que su efectividad sea evidente y real. Cuatro años por delante, no perdamos el camino; no disminuyamos la velocidad y el ritmo del paso y no desmayemos ni cerremos los ojos por cercano que encontremos los precipicios.