Tu cárcel
El lugar destinado a la reclusión de presos y la privación de la libertad es la cárcel. Tal vez usted se siente como en una cárcel, con puertas que permanecen cerradas indefinidamente, quizá se halla en la prisión del desencanto o la desesperación, tal vez su doctor le comunicó algo inesperado (incluyendo la factura de la consulta y el tratamiento) o está presintiendo la llegada de algo inapetecido. Probablemente se encuentra en la cárcel financiera de las deudas o en la prisión doméstica del maltrato y el abuso, sintiendo que no hay escapatoria. O quizá se halla en la mazmorra de la discriminación, del racismo o en el de las injusticias cometidas por el egoísmo. O se ha visto atrapado, sin saber cómo ni a qué hora, en la cárcel del radicalismo-fanatismo religioso, sintiendo que todo se hace mal y que la única manera de agradar a Dios es... contendiendo (no misericordia). Querido lector, quiero decirle que hay una salida para usted. Como dice el autor sagrado, Dios todavía está en su trono. Él escucha y contesta toda oración (lo que no significa que resolverá los problemas por nosotros o que desaparecerán como por arte de magia). En ese sentido, las circunstancias pudieran no cambiar, pero su perspectiva y actitud cambiarán notablemente. Usted y yo no tenemos una cárcel que Dios no pueda abrir, apreciado lector, o un obstáculo que él no pueda quitar, o una llave que él no pueda utilizar (conforme a lo que es mejor para la persona: aquello que verdaderamente le beneficiará). “Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron... Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo...” (Hechos 16:26; 5:19).