Ser prójimo
El joven de la siguiente historia vivía en amargura absoluta debido a que día tras día era partícipe de la forma tan inhumana en que se comportaban todas las personas, pues al parecer, a nadie le importaba el prójimo. Un día dando un paseo por el monte, vio sorprendido que una pequeña liebre le llevaba comida a un enorme tigre malherido, el cual no podía valerse por sí mismo. Le impresionó tanto este hecho, que regresó al día siguiente para comprobar si dicho comportamiento era casual o habitual. Para su sorpresa la escena se repitió vez tras vez hasta que el lesionado tigre recuperó sus fuerzas y pudo conseguir comida por su propia cuenta. El joven, admirado por la solidaridad y cooperación entre los animales, se dijo: “No todo está perdido. Si los animales, que son inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo haremos las personas”. Y decidió comprobar su teoría. Se tiró al suelo y, simulando que estaba herido, se puso a esperar que pasara alguien y le ayudara. Estuvo así por horas, llegó la noche y nadie se acercó. Luego de varios días infructuosos, decidió dejar el experimento, encontrándose mucho más decepcionado que antes y con la convicción de que la humanidad no tenía el menor remedio. Sin embargo, fue en ese momento que apareció una idea en su mente, tan clara como el resplandor del sol en su cenit: si realmente quieres un mundo diferente, deja de hacer de tigre y comienza a ser liebre para los demás. Muchas personas piensan que es suficiente no causarle daño al prójimo. Y eso es bueno. Pero si queremos realmente una mejor sociedad, es necesario ir más allá, debemos estar dispuestos a servir y ayudar al que nos necesita. Debemos ser como el samaritano de la historia de Jesús, que demostró que para transformar su entorno, lo único necesario es decidir ser prójimo del que nos rodea y actuar conforme a ello.