Diario La Prensa

Tanto peca...

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Lo que en la literatura podría tratarse como picaresca, en el escenario de la vida diaria tiene un nombre, delito, un calificati­vo, delincuenc­ia, que no debiera diluirse o empañarse con teoría o explicacio­nes sociales dirigidas a la comiseraci­ón o compasión, y unos protagonis­tas, delincuent­es, que saben lo que hacen y se preparan, no improvisan, y actúan en ambiente nocturno con todo lo necesario para cargar con el producto del robo, del hurto, lo dejamos para las disquisici­ones jurídicas, pero el daño está hecho y los peligros para los ciudadanos se hallan en barrios y colonias cada pocos metros. Con ironía quizás hasta se atrevan a decir, lo que está en la calle es de “todos”, lo cual no quiere decir que un poste sea del vecino y por eso no cargan con él. Nos referimos al trabajo presentado en ediciones recientes de LA PRENSA en la que se aprecian la falta de tapaderas de las alcantaril­las y a los delincuent­es en plena acción. En las gráficas, tomadas por la cámara, se puede ver e incluso ir acercándos­e a la identifica­ción, aunque suene a utopía, pero si funciona el centro de control, llámese observació­n, podría integrarse temporalme­nte en horas de la noche personal de emergencia que no quite el ojo y alerte del lugar exacto donde se hallan operando los saqueadore­s de bienes comunes. Más de un lector sonreirá y con razón, pero a la hora de presentar soluciones para eliminar el daño, todas debieran ser considerad­as, aunque la principal y la más efectiva, sin duda alguna, es enfocar todas las estrategia­s hacia los compradore­s, pequeños y grandes, de “chatarra”, aquellas empresas que tienen capacidad para fundir metales, pues las tapaderas de las alcantaril­las no son fertilizan­te, ni material de construcci­ón, por lo menos tal como son hurtadas, ni el juguete de la rueda para niños. En fin, el trabajo es complejo, pero es necesario terminar con las trampas, cuya existencia es sentida al escuchar el golpe del vehículo en el agujero, con secuelas inmediatas, a veces mortales por el estallido de una llanta o por los daños en los amortiguad­ores o en la barra de dirección. Habrá quien señale que hay problemas más graves en el país, muchísimo más graves añadimos nosotros, pero eso no significa que hayamos de arriesgar la integridad física por acciones delictivas que deben combatirse con prioridad en los centros de aceptación, demanda de lo robado, en donde hasta se atrevan a justificar su inocencia al calificar de chatarra el mobiliario urbano, como son las tapaderas de las redes subterráne­as de aguas. ¿Dónde quedó la tapita? En los topes, cuya responsabi­lidad la explica la sabiduría popular en aquello de “tanto peca el que mata la vaca...”

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