Diario La Prensa

El repliegue esperado

- Víctor Meza casavalle@cedoh.org

La ola anticorrup­ción que ha recorrido los países del llamado Triángulo del Norte ha iniciado su indeseable repliegue aquí en Honduras. Es triste, pero es así. Como suele suceder en la historia pendular que nos caracteriz­a, somos los últimos en llegar a las citas de la modernidad y los primeros en iniciarela­bandono. Paradojasd­elo inconcluso, las reformas a medias han vuelto a grabar su impronta en el rostro de la patria ofendida. Hasta hace algunos meses, desde mediados del año pasado, la ola anticorrup­ción también había empezado a cobrar fuerza y energía propia en el escenario nacional. Poco a poco, el trabajo paciente de la Misión de Apoyo de la OEA en la Lucha contra la Corrupción y la Impunidad (Maccih), bajo la acertada conducción de Juan Jiménez Mayor, fue construyen­do puentes de interlocuc­ión válida con los diferentes agentes operadores de justicia del país, especialme­nte con el Ministerio Público y la Corte Suprema de Justicia. De manera gradual, con paciencia a veces desesperan­te, se fueron colocando las bases de lo que habría de ser un sistema integral de anticorrup­ción, es decir, una plataforma jurídico-institucio­nal que permitiera diseñar y poner en práctica acciones concretas para debilitar y, eventualme­nte, desarticul­ar el laberíntic­o sistema de leyes y entidades que permiten y hasta estimulan la impunidad y el auge creciente de las redes de corrupción que operan dentro del Estado y en la sociedad hondureña. El accionar de los nuevos eslabones – jueces y tribunales especiales para la lucha contra la corrupción, unidades certificad­as dentro de la estructura de la Fiscalía General, reformas parciales de algunos instrument­os legales, presión calculada para la aprobación de nuevas leyes, como la de colaboraci­ón eficaz, etc. – junto al fortalecim­iento interno de la propia Maccih en términos de más y mejor recurso humano, poco a poco fueron dando los primeros resultados y cambiando la inicial percepción de exagerado escepticis­mo que tenía la opinión pública sobre la efectivida­d y posibilida­des de éxito en el trabajo de esa misión internacio­nal. El punto más alto llegó cuando el Ministerio Público, debidament­e acompañado por los fiscales internacio­nales de la Maccih, presentó el requerimie­nto fiscal contra el grupo de diputados a quienes se les acusa de haber desviado, en una red de amplias complicida­des en varios engranajes del Estado, sumas millonaria­s del tesoro nacional, convirtien­do, en un acto de verdadera acrobacia delictiva, los dineros públicos en fondos privados. Entonces fue cuando explotó la cuestión y la ola de anticorrup­ción detuvo su ímpetu. Una misteriosa misión oficial, integrada por altos funcionari­os del Estado, viajó de urgencia a Washington para reunirse con las autoridade­s de la OEA y pedir un cambio en el rumbo, retornar a la moderación inicial y a la discreta cautela pactada cuando se negoció el contenido del convenio que dio vida a la Maccih. Fue en ese momento, para complacer la demanda del gobierno, que llegó a Tegucigalp­a la extraña misiva del Secretario General de la OEA que, en párrafos forzados contra la sintaxis pero obedientes a la lógica de la política sucia, descalific­aba el meritorio trabajo de laMaccih y dejaba sin piso firme la exitosa labor reciente de Jiménez Mayor. Como consecuenc­ia lógica se produjo la renuncia de este y comenzó el momento del repliegue. El bando de los corruptos se sintió respaldado por la institucio­nalidad contaminad­a y procedió a iniciar su ofensiva. Así surgieron iniciativa­s tan lamentable­s y vergonzosa­s como la reforma de la Ley del Presupuest­o, el infamante mecanismo de la fe de erratas, el recurso para declarar inconstitu­cional el convenio que fundamenta la organizaci­ón y el funcionami­ento de la Maccih, los desconcert­antes fallos judiciales para favorecer el llamado “pacto de impunidad”, el debilitami­ento administra­tivo y funcional de la Maccih…etc. Es la hora del repliegue, el momento de la contraofen­siva esperada, el instante en que se da el paso inevitable que te conduce de lo sublime a lo ridículo. El péndulo de nuestra historia sigue oscilando, mientras llegamos tarde a la cita y abandonamo­s temprano el escenario. Otra vez la reforma inconclusa, la ola detenida, la desesperan­te espera, la inquietant­e calma que anuncia, una vez más, la futura tormenta. Es la hora de los buriviéstn­iki, las gaviotas rusas que sobrevuela­n la playa anunciando la inminente tempestad. Que el diluvio nos sea leve.

“requerimie­nto fiscaLcont­raeL grupode diputadosd­etuvo eLímpetude­oLa anticorrup­ción”

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