El papa apaga fuegos
Cada vez son más los medios de comunicación que se refieren a la Iglesia como una comunidad en abierta guerra civil y en la que el cisma es cuestión de tiempo que se produzca. El Papa está bien informado y esta semana parece como si se hubiera dedicado a ejercer de bombero de los incendios que prenden sus amigos. Si la semana pasada el cardenal Marx (íntimo suyo) alababa el marxismo, esta semana el Papa -que ha prologado un libro de Benedicto XVI que acaba de ser publicado-señalaba los defectos del marxismo, al menos en lo concerniente a su negación de Dios. Además, si hace tiempo dijo que todos somos hijos de Dios, con lo que se ganó el reproche de algunos y las matizaciones de otros -entre ellos, yo, que dije que el Papa hablaba así usando un lenguaje coloquial y popular, pero que propiamente dicho eso solo se podía afirmar de los bautizados-, esta semana ha sido él quien ha recordado la doctrina oficial de la Iglesia afirmando claramente que es por el bautismo que nos hacemos hijos de Dios para siempre. Además, consciente de que los críticos hacia su forma de gobernar la Iglesia aumentan ha hecho un acercamiento significativo a dos grandes movimientos, los neocatecu-mentales y los focolarinos. Los primeros, quizá menos próximos a él, celebraban su cincuenta aniversario y el Papa ha querido sumarse al festejo e incluso enviar familias misioneras. Los segundos, más próximos a él, pero también muy cercanos a los Papas anteriores, han escuchado grandes elogios de su boca. Hay que rezar por el Papa, para que sea él quien gobierne la Iglesia, pues es él el que ha recibido la gracia para hacerlo y no sus amigos, que le están presionando para que apruebe cosas que él no quiere aprobar o, al menos, para que las tolere y se presenten luego como hechos consumados.