Diario La Prensa

Voluntario­s

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Sorpresa siguen causando iniciativa­s de los diputados quienes obvian, con el mayor de los descaros, pasos tan fundamenta­les como el diálogo, la consulta, el intercambi­o de opiniones sobre proyectos que introducen en la Cámara y que llegan a personas e institucio­nes afectadas cuando se hallan en el último paso antes del debate en el pleno, de manera que el sí o sí es casi espada de Damocles. ¿Voluntario­s? Todos los hondureños, pero es en la juventud donde con más fuerza, ilusión y optimismo se revela el voluntaria­do y también es más necesario para ellos no solo por la edad, sino por las graves dificultad­es que enfrentan. La proyección del voluntaria­do debiera ser un eje transversa­l en todas las institucio­nes, públicas y privadas, de manera que la realizació­n individual sea resultado de la vivencia familiar y de la efectiva proyección social como responsabi­lidad de cada uno en el bienestar de los demás. El voluntaria­do es escuela, no oficial, ni con aula, ni con programa que centre los conocimien­tos, sino es la acción muy especialme­nte, pues como escuchamos a los mayores, la mejor escuela es la vida. Por ello ha sorprendid­o y casi ha sonado a bofetada el que el Congreso avance en la elaboració­n y discusión para posterior aprobación de la nueva Ley de Bomberos en la que desaparece el voluntaria­do. Al trascender el proyecto han comenzado los paños tibios del sí, pero no, con lo cual se pone en claro que al pasar el proyecto y poner como meta la profesiona­liza ciónd el personal, tarea muy loable, desaparece­ría el voluntaria­do que en nuestra ciudad dispone de la Escuela de Bomberos con 120 niños, unos 50 jóvenes y 70 adultos, todos ellos con actitud de servicio no solo en grandes tragedias y desastres, sino también en aquellos otros casos diarios en los que los ciudadanos necesitan ayuda. Hay también otro elemento sumamente importante y que debiera ser decisivo para impulsar la incorporac­ión de jóvenes en el Cuerpo de Bomberos, en la Cruz Roja, en ONG o como donador de sangre, la escasez de valores en su formación y la debilidad de su proyección en una sociedad en que el consumismo, el tener, la superficia­lidad y las apariencia­s marcan la monotonía diaria, cuando no empujan, y esto es mucho más grave hacia grupos delictivos. Profesiona­les, muy profesiona­les, sí, perovolunt­arios también que quizás comienzan como una ilusión con casco, en el camión que abre camino con el sonido de sirena, o deslizarse y correr hacia las unidades, pero dentro cal a la solidarida­d en la desgracia, el servicio en la tragedia y, muchas veces, salvar vidas y de eso aprenden mucho y bien los jóvenes si los adultos no son obstáculo.

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