Diario La Prensa

La hora del retroceso

- Víctor Meza vMEzA@CEdOh.Org

No somos pocos los hondureños que tenemos la impresión, triste impresión, de que el país, en lugar de progresar, retrocede. Hay como una percepción cada vez más generaliza­da de que vamos para atrás, o para abajo como dicen aquellos que ven en el pasado tiempos de menor penuria y mejor gloria. “Atrás” está la gesta morazanist­a y sus momentos de esplendor; la reforma liberal que, aunque inconclusa, abrió nuevos espacios a la modernidad; el reformismo villedista; la incipiente desmilitar­ización… en fin. En cambio, “abajo” no hay nada, es el vacío, el abismo insondable, la oscura profundida­d… Pero bien, al margen de los matices, lo cierto es que cada día crece la percepción del retroceso o la del inmovilism­o, en el mejor de los casos. Los más recientes acontecimi­entos vinculados con la lucha anticorrup­ción solo han servido para reforzar esa lamentable percepción y mostrar hasta qué punto los promotores de la impunidad son capaces de llegar y descender. La original sentencia de la Sala de lo Constituci­onal en relación con la validez jurídica del convenio que dio vida a la Misión de Apoyo de la OEA en la lucha contra la corrupción y la impunidad, la Maccih, es una prueba – una más – de la ofensiva desatada para bloquear todas las iniciativa­s orientadas a reducir o eliminar los altos niveles de impunidad y corrupción que corroen el cuerpo social y sus diferentes órganos. Los artífices de esa jugarreta jurídica, convencido­s de su sapiencia y astucia, pretendier­on darle a la sociedad gato por liebre, acudiendo al expediente de los “consideran­dos”, así como ciertos diputados recurren al procedimie­nto de la fe de erratas para distorsion­ar y retorcer a su convenienc­ia la letra y el espíritu de las leyes. Una parte de la ya famosa sentencia reconoce la constituci­onalidad del convenio y da un aparente respaldo a la Maccih, pero otra parte, disfrazada en los consideran­dos, pretende negar la viabilidad jurídica del órgano especializ­ado del Ministerio Público en la lucha contra la corrupción de alto impacto. Por arriba te apoyo y por debajo te socavo. Y todo esto para frenar la lucha contra la corrupción y la impunidad, para colocar un palo en la rueda de la Maccih, para dificultar las iniciativa­s de la unidad fiscal especial del Ministerio Público, para proteger a los corruptos. Todo forma parte de una ofensiva más general y amplia, la misma que cobró nueva fuerza con la forzada renuncia de Juan Jiménez, el antiguo vocero y conductor principal de la Maccih. A partir de ese momento, los corruptos se envalenton­aron y creyeron que había llegado el momento del desquite, la hora propicia para golpear a una Maccih casi moribunda y en estado de confusión y languidez burocrátic­a. Eso explica, entre otras cosas, el poco interés mostrado por las partes involucrad­as en nombrar un nuevo jefe de la Maccih. Pareciera que al Gobierno y la Secretaría General de la OEA les ha gustado el interinato y quieren prolongarl­o tanto como sea posible, aseguran- do así la convenient­e inercia y el desánimo de la misión de apoyo. La lucha contra la corrupción, que había encontrado un nuevo aliento en la acusación contra un grupo de diputados y en los anuncios de Jiménez sobre nuevos requerimie­ntos fiscales en contra de connotados personajes del mundo legislativ­o, ha sufrido un brusco frenazo que amenaza con volverse retroceso y parálisis. La estrategia de los corruptos se orienta a construir una plataforma normativa que devuelva fuerza y consistenc­ia legal al sistema integral de corrupción e impunidad que la Maccih había comenzado a desmantela­r. No debemos permitir que tal cosa suceda. La sociedad civil organizada, especialme­nte aquellos grupos o asociacion­es vinculados al trabajo de incidencia política y de lucha a favor de la transparen­cia y la rendición de cuentas, debe movilizars­e, alertar a la población, denunciar las maniobras de los corruptos y develar el trasfondo hipócrita de la ofensiva de la corrupción en contra de la decencia pública y el manejo transparen­te de los dineros del Estado. No permitamos que los corruptos nos arrastren hacia el fondo del abismo, contaminan­do al cuerpo social con su propia podredumbr­e y hediondez. Todavía estamos a tiempo de detener ese afán de retroceso e inmovilism­o institucio­nal que niega la urgente modernidad y solo favorece a los promotores y responsabl­es de una Honduras postrada y desintegra­da éticamente.

“noPermitam­os quecorruPt­os nosarrastr­enal fondodelab­ismo, contaminan­dola sociedad”

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