Abrir otra puerta
C on la esperanza e ilusión de que el proceso de reinscripción (último señalan todas la fuentes informativas) del Estatus de Protección Temporal sea la apertura de una puerta hacia la regulación definitiva del estatuto migratorio, los hondureños, amparados por este beneficio desde hace casi 20 años, habrán de obtener los formularios, presentar con ellos la solicitud y alejar el temor de deportación durante el año y medio de prórroga anunciado al cancelar el programa migratorio.
Una de cal y muchas de arena esperan a los compatriotas, pero como no hay peor lucha que la que no se hace deben ser ellos los primeros y más interesados en su permanencia legal en la Unión Americana mediante la aplicación a programas vigentes a través de lazos familiares, de historial laboral y expediente limpio de su estancia en el país del norte durante todos estos años. El 1 de enero de 1999, la administración de Bill Clinton regularizó la estadía de los hondureños con el TPS tras los desastres ocasionados por el huracán Mitch. Son ya dos, tres o más décadas de arraigamiento en la sociedad norteamericana, de participación en las instituciones vecinales, de haber consolidado un hogar con hijos nacidos, criados y educados allí, no pocos egresados de universidades, otros integrados en el sistema educativo y algunos ya exitosos en el mundo laboral. Aunque la rigidez y, a veces, crueldad de las políticas migratorias incrementan, sin duda, las dificultades en el camino, el mayor desafío debe aumentar la voluntad y optimismo para llevar adelante el proceso y por el bienestar y unión de la familia. Sin olvidar las raíces, los beneficiarios del programa migratorio habrán de acudir a las delegaciones diplomáticas, donde las 24 horas del día debieran ser pocas para atender y encauzar eficientemente las inquietudes y dudas de los compatriotas. Y si lo que urge en dos meses es la reinscripción, la “ofensiva diplomática”, como se ha calificado el lobby en los ámbitos políticos, sociales y religiosos, habrá de mantenerse en la agenda de los Gobiernos como asunto de Estado, pues se presentan años difíciles a los que habrá que responder desde adentro con mayor vigor, inteligencia y unidad para disminuir la dependencia de remesas en nuestras cuentas o aminorar la presión por falta de oportunidades de empleo en el campo laboral. Hay que reforzar con personal calificado, no becado, con equipo y presupuesto adecuado los consulados en el territorio norteamericano para que la atención sea eficiente y oportuna y los hondureños que han hecho vida allí con mucho sacrificio puedan continuar y no ser obligados a un retorno más duro por la desintegración familiar que el éxodo de hace décadas.