Muro de papel
Siempre he preguntado ¿por qué existen más licorerías (chupaderos, en caliche puro) que librerías en las ciudades de nuestro país? La respuesta no acaba con la tajante y cliché sentencia de porque a nuestra población no le gusta leer o porque son más los individuos que ingieren alcohol que los que ingieren letras. Para encontrar el verdadero porqué de esta situación hay que profundizar más en la interpretación que hacemos de nuestra realidad, hay que mirar muy cuidadosamente en lugar de simplemente ver lo que pasa a nuestro alrededor y salirnos de nuestra zona de confort y preguntarnos ¿por qué? Se nos vuelve imposible percibir el entorno monocromáticamente, nuestras dudas e ideas se vuelven círculos de aire rodeado de jabón que se duplican, y en ese momento es cuando realmente podemos decir sintiendo todas las letras de la oración que estamos realmente despiertos. Sin ahondar en el trillado debate de los lectores intelectuales extremistas que sostienen que el problema de nuestra población no es que no les gusta leer, sino que los individuos no leen lo adecuado, y vamos que aun entre ellos no se ponen de acuerdo con lo que consideran adecuado. Todo radica en que leer es muy peligroso para el sostenimiento de un sistema social que comete y permite injusticias en todos los ámbitos existentes. El leer da conocimiento, el conocimiento es poder y el poder es la más preciada herramienta para mantener el status quo de este sistema en el que se ve despedazada nuestra sociedad. Un ejemplo de esto son las novelas que asignan leer en los colegios o en las universidades. Si bien ejercitan la lectura se enmarcan siempre en el sostenimiento de la utopía del amor, el sometimiento de género, obediencia a la religión y en la pasividad del individuo, aun mostrando en ellas personajes insurgentes, y la idea final que nos queda es conformismo, de esta manera se nos construye un cerco de papel.