Anclados en el pasado
Mucho se habla acerca del pobre nivel de la educación en nuestro país. Pública y privada. Las empresas se quejan de la calidad de los profesionales egresados de las universidades. Y no dejan de tener razón. Es el resultado lógico de una triste y larga historia. Durante décadas, el sistema educativo nacional estuvo en manos de colegios magisteriales que solo buscaron el beneficio de sus directivos. Estos, amparados en su poder crearon anarquía y desorden. Los Gobiernos no tuvieron el valor de enfrentarlos y los dejaron hacer daño. Utilizaron el sistema y los estudiantes para sus fines. Hace unos años las cosas cambiaron, llegaron unos valientes, se disolvieron esos nidos de poder y la educación empezó a mejorar. Recientemente se han introducido cambios en la forma de evaluación de los estudiantes. Hay atisbos de mejoría. Ahora lo que sigue es involucrarse en la parte toral de la educación. ¿Son correctos los programas de estudio de nuestras escuelas y colegios? ¿Están en consonancia de los tiempos actuales o estamos dejando por fuera otros aspectos importantes? ¿Es correcto que los estudiantes de Primaria tengan que cargar cada día con más libros en sus bolsones a tal grado que ni pueden con el peso de ellos? Tenemos que cambiar la forma cómo hemos estado enseñando a nuestros jóvenes. No puede ser que sigamos haciéndolo de la misma forma que nos enseñaron a nosotros, a nuestros padres y a nuestros abuelos. En mi formación universitaria de Médico llevé dos Matemáticas, Precálculo y Cálculo. Hasta el día de hoy no me explico con qué objeto. Así es la educación de nuestros países latinoamericanos, no evolucionamos, seguimos anclados en el pasado. Se enseña a memorizar, se preparan jóvenes para áreas específicas con el objeto que desarrollen sus vidas en esa actividad sin la posibilidad de ejercer otras. Desde jóvenes los encasillan en una dirección a la espera que triunfen y alcancen dicha en lo que hacen. El reconocido periodista argentino Andrés Oppenheimer, radicado en EUA, en una entrevista dijo que los países latinoamericanos viven el pasado guiados por la ideología, y que los asiáticos lo hacen en el futuro guiados por el pragmatismo. Ese ha sido el éxito de esos países asiáticos, que a pesar de tener culturas y costumbres milenarias han cambiado sus paradigmas y le han apostado a una educación integral y menos convencional. En sus programas académicos, además de las asignaturas tradicionales también existe una formación en valores. Incluyen asignaturas como economía doméstica, artes tradicionales, y cursos de educación moral. Inculcan el respeto a los demás como base de la personalidad. Enseñan que el éxito no depende de la inteligencia o habilidades sino que es fruto del esfuerzo. Debido a esto es un sistema basado en la meritocracia. La competitividad es alta. Hay asignaturas que enseñan la habilidad para resolver problemas y situaciones comunes. Les enseñan no solo a memorizar o a seguir procedimientos, sino que comprendan cómo y porqué suceden las cosas, preparándolos a la resolución de problemas de cualquier índole, en cualquier ambiente. Premian la originalidad y la creatividad. Se les inculca el trabajo en equipo, participando en trabajos de limpieza y otras actividades en su propia escuela. Sus periodos de vacaciones son más cortos. Los maestros son respetados y están muy bien preparados. Es una de las profesiones mejor pagadas y tienen que certificarse cada cierto tiempo. El propósito de nuestro sistema educativo actual debe ser preparar los jóvenes para la vida. No solo para que ejerzan una profesión. En un mundo sumamente cambiante, altamente tecnológico donde cada día las máquinas sustituyen al humano, las necesidades de profesiones han cambiado y probablemente con el tiempo muchas desaparezcan. Revisemos nuestros programas de estudio. Veamos hacia el futuro. Apostémosle a una educación integral donde los valores morales, la disciplina, la lógica, el esfuerzo, la iniciativa, la empatía, y el trabajo en equipo sean los pilares fundamentales. Dejemos el pasado en su lugar.
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