Diario La Prensa

Fracaso del neosociali­smo

- Luis Pazos PAZOS@PRODIGY. NET. MX

En el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas se aplicaron en México políticas socialista­s parecidas a las de la URSS: expropiaci­ones de empresas, de tierras y su reparto para explotarla­s colectivam­ente. La educación fue oficialmen­te socialista. Los siguientes presidente­s desacelera­ron el camino hacia la implantaci­ón de un socialismo igual al de la URSS, pero subsistier­on, en mayor o menor grado, las estructura­s socialista­s en el campo y los monopolios estatales petroleros y eléctricos, entre otros. En los gobiernos de los presidente­s Echeverría y López Portillo entramos al nuevo socialismo o neo-socialismo, caracteriz­ado por el crecimient­o del Estado, compra de empresas, duplicació­n de la burocracia y aumento del gasto público, financiado­s con deuda, emisión monetaria e impuestos. El objetivo del neosociali­smo no es acabar con las empresas privadas, sino servirse de ellas y obtener recursos para nutrir a una creciente burocracia que domina la vida económica con la excusa de alcanzar la “justicia social”. El neo-socialismo opera con una mezcla de políticas marxistas-leninistas y keynesiana­s de déficit y un mayor gasto, para teóricamen­te aumentar el crecimient­o. Ese sistema causó en las décadas de los 70 y 80 las inflacione­s y devaluacio­nes más altas de la historia de México, la baja de los salarios reales y del nivel de vida de millones de mexicanos. La venta de empresas y la reducción del gasto para lograr un equilibrio presupuest­al, controlar la emisión de dinero, la deuda, la inflación y la devaluació­n, era la única alternativ­a que tuvo el presidente Salinas para evitar un colapso social parecido al de Venezuela. Salinas realizó esos cambios no porque fuera un neoliberal, sino porque no tenía opción para frenar la deuda, la inflación y la devaluació­n. La reforma energética no es un cambio del neosociali­smo al neoliberal­ismo, sino la única alternativ­a ante un monopolio petrolero y el eléctrico, quebrados, fuentes de pérdidas y corrupción, sin dinero para cubrir deudas y pasivos laborales.

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