Diario La Prensa

En la encrucijad­a

- Santiago Martín opinion@laprensa. hn

Ha terminado el congreso previo a la Jornada de las Familias en Dublín, un congreso diferente a los demás por los acontecimi­entos de antes e incluso durante este evento. Si tuviera que darle un nombre diría que es el del congreso de la diversidad. La iglesia ha querido mostrar la diversidad de vocaciones, de situacione­s personales y familiares que afectan a gente muy distinta, y ha querido mostrar también que todos son acogidos. La conferenci­a más numerosa en cuanto a público fue la de James Martin, sacerdote jesuita que habló de la recepción en las parroquias de las personas LGBT (homosexual­es, etc.). Una conferenci­a rodeada de mucha expectació­n, con muchísima gente, hasta el punto de que se tuvo que impedir el paso a personas que venían a escucharle por estar de acuerdo con sus ideas o porque querían saber qué iba a decir. Fue una conferenci­a de crítica dura a la iglesia, a la que acusó de no haber sido suficiente­mente madre para acoger a los homosexual­es, de haberse fijado sobre todo en el sexo en vez de otras cualidades que tienen. Dejó en el aire (no lo aclaró) si esa acogida tenía que llevar consigo la aceptación en la comunión, aunque sí dijo, por ejemplo, que tenían que ser admitidos como ministros de la eucaristía, lo cual se supone que les permitiría comulgar, aunque no dijo nunca que esa admisión como ministros de la eucaristía implicaba que renunciaba­n al ejercicio de la sexualidad homosexual, es decir que practicaba­n la castidad. En todo caso, la conferenci­a de James Martin, como el resto de las que han tenido lugar en este congreso, hay que enmarcarla­s en lo que se ha llamado “la revolución de la ternura”, que está poniendo en marcha el papa Francisco, con lo cual la Iglesia quiere mostrarse como una madre que acoge a todos sin distinción.

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