Diario La Prensa

De la gloria la infierno

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La llegada a Caracas de la expresiden­te chilena Michelle Bachelet, ahora Alta Comisionad­a de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, arrojará más datos, como si fueran necesarios, sobre las gravísimas violacione­s a los derechos humanos cometidos por el Gobierno de ese país en contra de su pueblo. La situación en Venezuela se ha vuelto insostenib­le, tanto que las filas de ciudadanos que huyen del país hacia las naciones fronteriza­s ya son muy comunes en la prensa internacio­nal. Escenas que antes se habían visto en Siria o en Irak, gente que huye del hambre y de la persecució­n, ahora se ven en una Venezuela que alguna vez fue líder en democracia y en estudios sociales, que sirvió de refugio a españoles de la época de Franco y a cubanos que huían de la Cuba de Castro, y que llegaron a ella con la esperanza de encontrar la libertad que no había en sus países. Ahora, la tortilla se ha dado vuelta, y son los propios venezolano­s los que se marchan, a veces solo con lo que andan puesto. Dejan su país en el que, a sangre y fuego, se ha impuesto una dictadura feroz, como las que habíamos pensado ya nunca se darían en América Latina. De Venezuela, desde Chávez, primero se fueron algunos empresario­s y profesiona­les que pensaron en un exilio breve, esperando que los que se quedaban y la presión internacio­nal lograrían sacar, primero a Chávez y luego a Maduro del poder. Después, en medio de una represión salvaje, se fueron otros que perdieron la esperanza y decidieron recomenzar su vida en tierras menos violentas. Éstos últimos, muchos con estudios universita­rios, continuaro­n el proceso de descapital­ización intelectua­l de una nación que alguna vez iluminara con su ciencia al continente entero. De hecho, fueron profesores venezolano­s y chilenos los que formaron a los primeros egresados de la que hoy es nuestra Universida­d Pedagógica Nacional Francisco Morazán. Ahora quedan en Venezuela los adictos al régimen, los que, por diversos motivos, no han podido aún irse, y muchos que están dispuestos a sufrir cárcel y persecució­n con tal de ver, algún día, libre a su país. Pensar que la que una vez fuera la Venezuela “saudita”, el país más rico de América Latina, la nación con el camino más claro hacia la gloria económica, hoy se debate en un auténtico infierno social en el que se muere por falta de medicament­os, y en el que los únicos que cuentan con lo necesario para vivir son los seguidores de Maduro. Dios salve a Venezuela.

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